Como ven ustedes, amigos de NTC …,
estos no son los pensamientos de un “crítico nadaísta” sino de un crítico
académico colombiano.
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MENSAJES
De:
Juan Manuel Roca
Fecha: 17 de junio de 2012, 01:39
Asunto: TELEGRAMA PARA ARMANDO
ROMERO
Para: NTC … ntcgra@gmail.com *
TELEGRAMA PARA ARMANDO ROMERO
Gracias por opiniones sobre "Galería
de Espejos". Aclárote que en
ninguna parte te llamo "crítico
nadaísta". Digo que eres "el
más riguroso ensayista del grupo". Vuelve, querido amigo, a página
38 de libro mencionado y lo verás. No se dónde leíste lo primero, Stop.
Abrazo, Juan
Manuel Roca
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De: Laureano José Alba Camargo
Fecha: 17 de junio de 2012, 21:52
Asunto: RE: Palabras sobre el libro de Juan Manuel Roca, Galería de espejos.
.Por Armando Romero. /// Cincinnati, Junio 15, 2012. ->
Para: NTC periódioco Virtual , ntcgra@gmail.com
Sin conocer el último libro de Juan Manuel podría
pensar que la poesía en Colombia, como en cualquier región del planeta ha sido
un sujeto al que es inútil someter a un juicio único y personal, sobre todo a
partir de la propia obra de quien intenta este ejercicio de gimnasia. Los
estereotipos y "tics" de los poetas más reseñados en los medios es lo
que ha ido imponiéndose. Y los clientes ajenos a la poesía han caído en la
trampa. Después del escándalo de los nadaístas que tantos celebramos como espectáculo,
han ocurrido hechos en la poesía que son mundos nuevos. Leer antologías es un
hecho deprimente al observar algunos nombres que gozaron de cierta celebridad y
sus huellas son lamentables. La poesía se mantiene, a pesar de los notables. Es
una hecho de vida. Solo eso.
Laureano Alba
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De: ARMANDO ROMERO
Fecha:
Cincinnati, 18 de junio de 2012, 14:03
Asunto:
Diálogo con Juan Manuel Roca y Laureano Alba. Fwd: telegrama
Para:
NTC … ntcgra@gmail.com
Mis
queridos amigos de NTC… ,
Celebro el marconigrama (palabra que
nos recuerda a Marinetti) de mi querido amigo y admirado poeta Juan Manuel
Roca, porque su aclaración me permite enfocarme de nuevo en esa calificación
grupal para mi trabajo académico que me ha seguido por varios años. Mi
filiación con el nadaísmo, a más de mi participación discreta en la década del
60, se debe casi exclusivamente a mi amistad con el poeta Jotamario Arbeláez.
Fue él quien nunca me olvidó en los años en que prácticamente desaparecí del
país gracias a mi continuo viajar por nuestra América toda. Muchas de las antologías y ensayos sobre este movimiento en
esas épocas niegan mi participación o la ponen como una nota al margen. Por
ejemplo, un trabajo de Darío Jaramillo, que yo mismo publiqué en el número
128-129 (1984) de la Revista
Iberoamericana de Pittsburgh, no incluye análisis sobre mi participación en
este movimiento. La antología nadaísta hecha por Eduardo Escobar para Arango
Editores (1992) me excluye también. Y la verdad es que nunca pensé que esta
cercanía al nadaísmo me iba a marcar como poeta o ensayista o crítico
perteneciente a una escuela literaria.
El nadaísmo como yo lo entendí, y lo
entiendo hoy, NUNCA fue una escuela o corriente literaria. El nadaísmo no es un
creacionismo, un ultraísmo o un estridentismo, y ni siquiera un surrealismo. En
1967 dicté una conferencia en la Casa de la Cultura de Quito, invitado por
Benjamín Carrión, la cual titulé “La revolución sin patas”. Y esa era la idea,
una revolución que no va a ninguna parte. Una vez, en 1969, en Caracas, el
poeta Juan Liscano me preguntó cuándo iba el nadaísmo a publicar su “cartilla”
literaria. Y yo le respondí que precisamente el nadaísmo era eso, ninguna
“cartilla” literaria, cada nadaísta podía tener la estética que le provocara,
con tal que no se montara en “los camellos” de Guillermo Valencia. Y yo he
hecho mi propia obra, a menudo distante
de Colombia, siguiendo mi hacer personal, no una estética nadaísta (que
no existe, como se puede ver).
Es así que cuando escribí mi libro Las palabras están en situación (1985)
no lo hice pensando como un nadaísta sino como un académico, asimismo mi libro Gente de Pluma (1989), y es el criterio
que utilicé en mi antología de la poesía latinoamericana, Una gravedad alegre (2007), etc. Agradezco a Juan Manuel sus
generosos calificativos con respecto a mi trabajo pero disiento de nuevo ser "el
más riguroso ensayista del grupo", porque yo no soy un ensayista o crítico
de ningún grupo literario, o por lo menos así me veo y pienso. Es cierto que he
escrito trabajos sobre el nadaísmo, pero lo he hecho con criterio académico,
polémico a veces, pero definitivamente valorando y criticando el nadaísmo sin
amiguismos o intenciones grupales.
A pesar de pecar de exceso en la reiteración,
vuelvo a llamar la atención a los lectores de poesía, y a los poetas mismos
colombianos, sobre el hecho de calificar a los integrantes del nadaísmo como
poetas superiores o inferiores, creando una competencia literaria que nunca
existió dentro de este grupo, al menos como proposición filosófica o literaria.
Jaime Jaramillo Escobar es un gran poeta pero NO es el mejor poeta del
nadaísmo, porque en el nadaísmo no puede haber un poeta mejor o peor ya que no
hay una estética general. Mi poesía, para no ir lejos, tiene poco que ver con
la de Jaime ya que en su etapa más cercana a mi presencia con los nadaístas se
acerca al surrealismo, y Jaime no tiene nada que ver con este hacer de la
imagen. Es por esta razón, para desvirtuar esta “valoración” de los nadaístas,
que en algunos de mis trabajos críticos he señalado que poetas que NO
pertenecieron al nadaísmo, aunque pudieron haber estado cerca de él, como es el
caso entre otros del mismo Juan Manuel Roca, Elkin Restrepo, Miguel Méndez
Camacho, hubieran podido sin ningún problema haber formado parte de este grupo
porque no existe una alineación estética: todos los nadaístas son diferentes, y
en la diferencia se convierten en poetas colombianos, sin más, como son ellos.
Y me atrevería a decir, si seguimos los “agrupamientos” al orden hoy en día,
que un poeta como Juan Gustavo Cobo Borda, quien desafía con sus primeros
poemas el establecimiento político y social colombiano, sería más nadaísta que
Amilkar Osorio, quien escribe una poesía barroca, conservadora, en esta época,
exceptuando sus poemas de adolescencia “Blusa roja” y “Plegaria nuclear de un
coca-colo”.
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Aprovecho
también para seguir el diálogo que trae el poeta Laureano Alba, quien me parece se acerca al debate sobre la
necesidad de aclarar el campo literario colombiano, pero con quien estoy en
desacuerdo, en el sentido que considero un libro como el de Roca muy valioso.
Roca nos permite ver su propia visión de la poesía colombiana, y estemos de
acuerdo o en desacuerdo, esto es muy importante, y es un paso adelante en la
búsqueda de un entendimiento de nuestro mundo literario. Como dije
anteriormente, me hubiera gustado mucho ver en este libro algo más personal,
algo que nos pusiera al tanto de ese suceder del mundo poético en Colombia en
los últimos años. Yo sé que esto es muy difícil y peligroso en cierta manera,
pero como adolecemos de una crítica académica incisiva, investigadora,
imparcial, el testimonio de los poetas se hace imprescindible. Recuerdo que
hace muchos años una revista literaria norteamericana me pidió hacer un número
dedicado a la poesía latinoamericana con estudios individuales de un grupo de
poetas que yo escogiera, acompañados éstos de estudios de críticos para cada
poeta, y una muestra de su trabajo. Como suele suceder, el viento de los
cambios canceló la revista y yo me quedé con gran parte del material ya listo.
Sin embargo, este trabajo produjo el testamento literario de Fernando Charry
Lara, de Fernando Arbeláez, entre otros, y el trabajo crítico de Rafael
Gutiérrez Girardot sobre Charry Lara. Todo esto fue publicado posteriormente y
ahora es material valioso en el estudio de nuestra poesía.
Tampoco estoy de acuerdo en que el
problema esté en las antologías. Es cierto lo que dice Alba de lo perecedero en
muchas de ellas, pero lo importante es desarmar los centros de poder literario,
los que permiten que poetas, algunas veces mediocres, se entronicen como poetas
nacionales o internacionales.
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Eso es todo por ahora, amigos de NTC,
dejo para otro día mis reflexiones sobre ese hecho tan inusitado, extraño, que
es el colocar a Pessoa al lado de Barba
Jacob ( 1 ). Nunca lo hubiera pensando, es casi como poner a Paul Verlaine al
lado de Ezra Pound.
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* Armando Romero ( 1 )
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Texto reproducido en el blog de Lauren Mendinueta (Jun. 16, 2012):
http://www.laurenmendinueta.com/armando-romero-comenta-galeria-de-espejos-el-libro-de-juan-manuel-roca/
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http://ntc-documentos.blogspot.com/2012_05_10_archive.html
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"... Pero antes de hablar del libro de Roca, déjenme reiterar mi admiración por el trabajo que ha hecho en Portugal nuestra gran poeta Lauren Mendinueta. La antología de poesía colombiana, Um país que sonha ( 1 , 2 ), es magnífica en la medida que por primera vez pone al alcance de un público tan selecto y exigente, como es el portugués, nuestro hacer poético. ..."
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Publica y difunde: NTC …* Nos Topamos Con …
* Se actualiza periódicamente. Junio 15, 2012
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OTROS TEXTOS y DOCUMENTOS
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Las lunas de Roca
Quien busque en Galería de espejos*, el más reciente libro de ensayos del poeta colombiano Juan Manuel Roca, una minuciosa descripción de las influencias y los resultados de cada generación poética nacional, un cruce de miradas que sin descuidar los mecanismos de la estética eche mano de datos sociológicos y políticos para trazar un panorama a la vez amplio y detallado, no encontrará nada de ello en el volumen editado por Alfaguara.
Sin embargo, lo anterior no le resta importancia al trabajo a todas luces honesto del bardo antioqueño. El mismo Roca reconoce la subjetividad de su exploración al mencionar en las líneas liminares del capítulo Los espejos fragmentados, el ineludible acento personal de cada sentencia: No todos los espejos nos devuelven la misma mirada. En una galería de ellos siempre hay una luz distinta. Antes de comentar la imagen devuelta por la luna de esas páginas, menciono la valía del testimonio dado por los protagonistas de la historia –en el fondo la obra glosada no es cosa distinta a una bitácora de lectura, a las memorias codificadas del autor–, pues si bien carece del pulso taxidérmico de la academia revela caracteres sólo visibles para los artistas. Cualquiera provisto de mediana sensatez le prestará atención a la conversación sostenida sobre cine por Truffaut y Hitchcock; también se la dará, desde luego, a las opiniones de uno de los nombres significativos de la lírica latinoamericana vigente, así estas, lo repito, no pasen de ser impresiones cimentadas en la intuición, verbigracia la creencia de que a pesar de su condición de óperas primas Suenan timbres y Los poemas de la ofensa hacen palidecer el resto de la producción de Vidales y Jaramillo Escobar. No hay sorpresas, salvo quizá el lugar marginal otorgado a la obra de William Ospina, ni sobresaltos, en la revista de Roca; tampoco, omisiones mayúsculas ni inclusiones polémicas. El saldo de decapitaciones es bajo, apenas dos: Guillermo Valencia y Gonzalo Arango. El primero encarna la antítesis de la buena poesía mientras el autoproclamado profeta del nadaísmo es puesto en la frontera del chispeante prosista y del versificador nadista –perdonen el roqueano juego de palabras–. A última hora recibe indulto Eduardo Carranza al trocar las muchachas suspirantes de Canciones para iniciar una fiesta por la cofradía de fantasmas de Epístola mortal. Los aplausos son ofrendados, en orden de intensidad y duración, a Aurelio Arturo, Héctor Rojas Herazo, Álvaro Mutis, Luis Vidales, Luis Carlos López, de quien se nos informa que la desviación de un ojo y no su ausencia fue el padecimiento ocular del cartagenero; Jorge Gaitán Durán y Fernando Charry Lara. Lo dicho: ni sorpresas ni sobresaltos. Un lector informado habría delineado un croquis similar, aunque difícilmente con semejante destreza.
Algunos pasajes del libro en comento, con leves variaciones, hacen parte de Cartógrafa memoria (2003), publicado por el Fondo Editorial de la Universidad Eafit – concretamente los dedicados a José Asunción Silva, Aurelio Arturo, Luis Vidales y el ensayo final sobre la incidencia de la confrontación armada en la ars poética colombiana–. En diversos momentos, el autor señala con acierto que la suya es una de las tantas historias de la poesía colombiana de la centuria pasada. Diestro poeta, novelista de cortos alcances, ensayista ajeno a la querella, ingenioso hacedor de travesuras verbales –quien haya asistido a una de sus conferencias atesora varias–, cuentista prescindible y periodista de ocasión, Roca conquistó un sitio nada despreciable en el actual horizonte de las letras hispanas. Con el paso de los años aumenta el número de voces que lo incluyen en las quinielas del Nobel de Literatura. A fin de cuentas, eso no importa. Perteneciente a la generación desencantada –propone el término inxilio para llamar a los líricos aparecidos una vez el incendio del nadaísmo perdió altivez–, califica la creación poética a partir de su consciente alejamiento de la gravedad de opereta y de la manía de encontrar en todo lado, incluso en la amada vulva, un jardín.
* Galería de espejos. Juan Manuel Roca. 2012. Alfaguara.298 págs. Ensayo.
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* Se actualiza periódicamente. Junio 19, 2012
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