martes, 21 de mayo de 2013

UN AUTRE CHEMIN. OTRO CAMINO. Anthologie poétique. Maria Mercedes Carranza. Collecction Femmes de Feu. L´Orielle du Loup. Mayo 2013


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UN AUTRE CHEMIN 
OTRO CAMINO 
Anthologie poétique
 María Mercedes Carranza 

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Collecction Femmes de Feu. 
L´Orielle du Loup. Mayo 2013

Traduction de l’espagnol (Colombie) par Brigitte Le Brun Vanhove et Margarita Contreras avec la collaboration de Luis Del Río-Donoso. 
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Presentación: 
31 de mayo, 2013, Paris, Maison de l'Amérique Latine, 21 horas. Ver al final
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Prólogo



OTRO CAMINO A LA SOLEDAD



Por Juan Manuel Roca



Un día, María Mercedes Carranza decidió en un poema suyo “asesinar algunas palabras” que le parecían sin sentido, por usadas y abusadas, porque ya le sonaban huecas, deshabitadas.



El poema se titulaba, precisamente, “Sobran palabras”, incluido en el libro “Tengo miedo” (1982) y podría decirse que sintetiza su propuesta poética, su manera de intentar que las palabras estén bien habitadas de sentido y que no sean formas fugaces, seductores espejismos. De esto dio amplias muestras en sus cinco libros posteriores.



Pasó al paredón de los vocablos ajusticiados a la palabra amistad, por considerarla hereje y a la palabra amor por considerarla ilegible.



De tal manera, una por una fue poniendo en fila india las palabras que condenaba al cadalso de su poesía: a unas les aplicó el garrote, a otras la guillotina, la cámara de gas, la fusilería, para en una amarga pero conforme conclusión quedarse solamente con la palabra “yo”.



En ese mismo poema se burlaba de la palabra “solidaridad”, porque casi siempre está hecha de viento, de “libertad”, una palabra que casi siempre está en labios de los carceleros, de “civilización” por su barbarie, en fin, trazaba  un credo de su descreimiento para enunciar que la poesía y el poeta tienen auténticos tratos con la duda frente a los grande temas y las grandes palabras.


En su ironía y en su manera de deacralizar los temas preconcebidamente poéticos, pudo hacer hecho suya la expresión de Alfonso Reyes: “aún los perros sienten la necesidad de aullarle a la luna, pero eso no significa que sea poesía”.

El poema mencionado del ajusticiamiento de vocablos, culmina con estos versos: “Queda la palabra Yo,/ Para esa,/ por triste, por su atroz soledad,/ decreto la peor de las penas:/ vivirá conmigo hasta el final”.

Pues bien, creo que ese es el centro de la poesía de María Mercedes Carranza, el de un yo asediado por la soledad entre la multitud, por el constante desamor y sus muchas heridas. En verdad, su yo era su fortaleza, una manera de ser que odiaba las dobleces y las medianías.

Nunca le mentía a la gente porque odiaba las medias tintas y los ademanes hipócritas, algo que se agradece en un medio social tan dispuesto a ponerse máscaras, la máscara de la bondad, la máscara del respeto, la máscara de la fraternidad, la máscara de las buenas maneras.

Su poesía es igual a sí misma: llena de desparpajos y de palabras descalzas, desnudas, irónicas y valientes.

A ella se debe la fundación de la Casa de Poesía Silva, la creación de un espacio para la dignificación de la poesía, de poetas de todas las edades y tendencias. Una casa que ojalá no termine por parecerse a la señalada en su poema sobre “la patria”, convetida en un caserón que se deshace como un castillete de arena, ante la vista impotente de sus escasos habitantes.

Aún me resulta increíble que María Mercedes, como si se tratara de una rara e imborrable pesadilla, una noche de 2003 decidiera salir del mundo por su propio designio.

Pocas horas antes de su muerte estuvimos en el lanzamiento de “Amazonas”, un libro del colombiano radicado en Estados Unidos Juan Carlos Galeano, editado por la Casa Silva.

Hablamos a saltos con un grupo de contertulios de temas tan diversos que pasaron de la buena poesía de Galeano a la preocupación por un país secuestrado por la violencia y la corrupción, del libro de Aurelio Arturo publicado en España a la historia del piano “Apollo” de Elvira Silva, que como un objeto sagrado había regresado a un salón de la casa, donde antaño quedaba el comedor.

Esa noche nos recordó que en el centenario de la muerte de Silva (1996), el maestro Pablo Arévalo volvió a tocar el mítico piano en evocación de la música que frecuentaba la hermana del poeta.

Quedamos de vernos en grupo, ya eran las 8 de la noche, en casa del escritor Hernando Cabarcas. Nos quedamos esperándola, jamás llegó a la cita: ella tenía una cita clandestina con la muerte, con esa presencia que siempre resulta más puntual que el reloj de un ferroviario y que María Mercedes definía en su poesía como “tierra y olvido”.

Esas dos palabras le parecían dominantes en la vida colombiana, como si a todo le echáramos, en alusión a la muerte,  paladas de tierra y aludes de olvido.

Los poemas del “Canto de las moscas” (1997), son sin duda el diario de un país oscuro y violento. Escuetos, como escritos con un bisturí en una corteza, nos obligan a mirar pueblos y regiones donde la violencia fue creando un nuevo mapa, una cartografía del miedo: aprendimos geografía muchas veces al conocer los nombres de los pueblos masacrados.

Si en “Sobran palabras” ha condenado a la desaparición el vocablo Dios, en  un breve poema de “El canto de las moscas”, escrito a la muerte del líder liberal Luis Carlos Galán, resucita esa palabra para hacer del Creador el testigo de un crimen previsible y doloroso.

Hemos visto pasar por sus versos camas solas y sábanas arrugadas, el fantasma de los amores abolidos, legiones de muertos, humor negro, pasiones desbordas, muecas de escepticismo, amor por la pintura, desvelos, y antes que nada, un desengaño del mundo.

También el tiempo es un tema recurrente en su obra, el avistamiento de una juventud  vista como un “divino tesoro” que, no obstante, dura lo que un relámpago. Es como si el tiempo fuera un niño que entra a una puerta giratoria de un almacén y al salir, al dar la vuelta, ya fuera un anciano.

Ocurre que en las líneas de sus dos manos hay dos caminos trazados que ella caminó con valentía mientras nos dejaba a su paso su poesía, esa “tarjeta de visita”, para decirlo con un título suyo recogido en este libro.

Por todo esto fue que se dio a la tarea de fusilar las palabras del hastío. Pero hay una palabra que sin duda no pudo llevar al cadalso, pensamos sus amigos y lectores, la palabra gratitud que sentimos hacia ella y hacia su dolorosa poesía.

Hacia el año de 1989, María Mercedes había dicho: “necesitamos una poesía que nos incite a llorar, a perdernos en un loco amor, a reírnos, a inquietarnos, a no caer en la indiferencia frente a nuestra vida y a la del vecino”. Y aún seguimos necesitando la aparición de esa poesía.

La ausencia de su voz sin duda dejó un gran vacio entre sus lectores y amigos y, sobre todo, entre quienes aún creen, como se decía de Paul Eluard, en “la poesía color de porvenir”.

Los poemas incluidos en “Otro Camino”, traducidos con amor y con rigor poe Brigitte Vanohe y Margarita Contreras, que en paz descanse, ponen a dos aguas, a dos lenguas, su vigorosa e inquietante palabra.

Juan Manuel Roca 
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UN AUTRE CHEMIN DE SOLITUDE

Juan Manuel Roca

Un jour, María Mercedes Carranza décide dans l’un de ses poèmes
« d’assassiner quelques mots » qui lui paraissent dénués de sens,
usés et abusés, parce qu’ils sonnent creux, inhabités.
Le poème s’intitule, précisément, Sobran palabras/Assassiner les mots,
paru dans le livre Tengo miedo/J’ai peur (1982). On pourrait dire qu’il
synthétise sa proposition poétique, sa manière de faire sentir que
les mots sont bien habités d’un sens et que ce ne sont pas des
formes fugaces, des séducteurs, des mirages. Elle en a donné
d’amples exemples dans ses cinq livres postérieurs.
Elle envoie au poteau des vocables à exécuter, tel le mot amitié, le
considérant comme hérétique et le mot amour parce qu’illisible.
C’est ainsi qu’elle aligne en file indienne les mots qu’elle
condamnait à l’échafaud de sa poésie : aux uns elle applique le
gourdin, aux autres la guillotine, la chambre à gaz, les fusils, pour,
dans une conclusion conforme mais amère, rester seulement avec
le mot « Je ».
Dans ce même poème elle se moque du mot « solidarité », parce
que ce n’est presque toujours que du vent, de « liberté », presque
toujours sur les lèvres des gardiens de prison, de « civilisation »
pour sa barbarie, et enfin, elle trace un credo de son incrédulité
pour énoncer que la poésie et le poète ont des contrats
authentiques avec le doute face aux grands sujets et aux grands
mots.
Par son ironie et sa manière de désacraliser les sujets préconçus
poétiques, elle a pu faire sienne l’expression d’Alfonso Reyes :

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« Même si les chiens sentent le besoin de hurler à la lune, cela ne
signifie pas que c’est de la poésie ».
Le poème mentionné de la condamnation des vocables, culmine
avec ces vers : « il reste le mot Je, Pour cela, / pour sa solitude
triste et atroce, / je décrète la pire des peines : / elle vivra avec moi
jusqu’à la fin ».
Eh bien, je crois que c’est l’essence même de la poésie de María
Mercedes Carranza : un moi assiégé par la solitude dans la
multitude, par le constant désamour et ses nombreuses blessures.
En vérité, son moi était sa force, une manière d’être qui détestait
les faux-semblants et les médiocrités.
Elle ne mentait jamais à personne parce qu’elle détestait les demiteintes
et les gestes hypocrites en vigueur, dans un milieu social si
disposé à poser des masques, masque de la bonté, masque du
respect, masque de la fraternité, masque des bonnes manières.
Remercions-la.
Sa poésie est égale à elle-même : pleine de désinvolture et de mots
dépouillés, nus, ironiques et osés.
On lui doit la fondation de la Casa de Poesía Silva, création d’un
espace consacré à la poésie, aux poètes de tous âges et de toutes
tendances. Une maison qui ne s’effondrera jamais-espérons-le !-
comme celle évoquée dans son poème La patrie, devenue grande
bâtisse qui s’écroule comme un château de sable, sous le regard
impuissant de ses rares habitants.
Il me semble encore incroyable que María Mercedes, comme s’il
s’agissait d’un cauchemar rare et ineffaçable, une nuit de 2003 ait
décidé de quitter ce monde selon son propre choix.

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Quelques heures avant sa mort nous étions ensemble au lancement
d’Amazone, un livre du Colombien résidant aux États-Unis Juan
Carlos Galeano, édité par la Casa de Poesía Silva.
Nous parlons, passant d’un sujet à l’autre avec un groupe de
membres habitués de sujets si divers, de la bonne poésie de
Galeano à la préoccupation par un pays confisqué par la violence
et la corruption, au livre d’Aurelio Arturo publié en Espagne, à
l’histoire du piano « Apollo » d’Elvira Silva, qui comme un objet
sacré était revenu dans un salon de la maison, autrefois salle à
manger. Cette nuit elle nous avait rappelé que lors du centenaire de
la mort de Silva (1996), le maître Pablo Arévalo avait rejoué au
piano mythique la musique que la soeur du poète appréciait.
Nous décidons alors de nous revoir en groupe, il était déjà 8
heures du soir, dans la maison de l’écrivain Hernando Cabarcas.
Nous continuons à l’attendre, elle n’est jamais arrivée : elle avait un
rendez-vous clandestin avec la mort, avec cette présence qui
semble toujours plus ponctuelle que l’horloge d’un employé de
chemin de fer et que María Mercedes définissait dans sa poésie
comme « terre et oubli ».
Ces deux mots lui semblaient dominants dans la vie colombienne,
comme si on se les jetait tous à la tête, allusion à la mort, aux
pelletées de terre et aux avalanches d’oubli.
Les poèmes de El canto de las moscas/Le chant des mouches (1997), sont
sans doute le journal d’un pays obscur et violent. Concis, comme
écrits avec un bistouri dans une écorce, ils nous obligent à regarder
des peuples et des régions où la violence a créé une nouvelle carte,
une cartographie de la peur : nous avons souvent appris la
géographie après avoir connus les noms de villages massacrés.

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Si dans Assassiner des mots elle a condamné la disparition du vocable,
Dieu, dans un bref poème de El canto de las moscas/Le chant des
mouches, écrit à la mort du leader libéral Luis Carlos Galán, elle
ressuscite ce mot pour faire du Créateur le témoin d’un crime
prévisible et douloureux.
Nous avons vu ses poèmes traversés de lits solitaires aux draps
défaits, de fantasmes d’amours abolies, de légions de morts,
d’humour noir, de passions dévorantes, de grimaces, de
scepticisme, d’amour pour la peinture, d’insomnie, et avant tout
d’une désillusion du monde.
Le temps est aussi un sujet récurrent dans son oeuvre,
l’avertissement d’une jeunesse vue comme un « divin trésor », ne
durant que l’espace d’un éclair. C’est comme si le temps était un
enfant qui entre par une porte à tambours d’un magasin et en
ressort déjà vieux.
Il arrive que dans les lignes de ses deux mains il y ait deux chemins
tracés qu’elle parcourt avec courage tandis qu’elle nous laisse suivre
à son pas sa poésie, cette carte de visite, pour le dire comme l’un de
ses titres repris dans ce recueil.
C’est pour tout cela qu’elle se consacre à la tâche de vouloir fusiller
les mots de dégoût. Mais il y a un mot que sans doute elle a n’a pas
pu porter à l’échafaud, c’est le mot gratitude que nous portons vers
elle et sa poésie douloureuse comme nous le pensons nous ses
amis et lecteurs.
Vers 1989, María Mercedes déclarait : « Nous avons besoin d’une
poésie qui nous incite à pleurer, à nous perdre dans de folles
amours, à rire, à nous inquiéter, à ne pas tomber dans l’indifférence
en face à notre vie et à celle du voisin ». Et nous, nous avons
toujours besoin de l’apparition de cette poésie.

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L’absence de sa voix a laissé sans doute un grand vide parmi ses
lecteurs et ses amis et, surtout, chez ceux qui croient toujours,
comme on le disait de Paul Eluard, à la « poésie couleur d’avenir ».
Les poèmes recueillis dans Un autre Chemin, traduits avec amour et
rigueur par Brigitte Le Brun Vanhove et Margarita Contreras (à qui
on souhaite paix et repos), portent entre deux eaux et entre deux
langues, sa parole inquiétante et vigoureuse.

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Tarjeta de visita


El mundo es esto que miro:

la mesa que reúne sobre ella
cosas banales como el mantel y los vasos,
el lomo lechoso de los cerros al amanecer,
una luz que recibe la luz oblicua de la tarde,
la alcachofa que yace deshojada en un plato.
La vida es esto que muere:
una mano alzándose que ya es polvo y raíces,
la palabra que se venga del desamor y la derrota,
el olor de un jabón frotado a los 10 años,
esta tierra herida que contiene huesos y naúfragos.
El cielo y su infierno, odio y amor,
la dicha y la desdicha, el color de la luz,
son el desencuentro de todas esas cosas
que dicta mi oscuro e incierto corazón.



Carte de visite



Le monde est ce que je vois :

La table où se côtoient
des choses banales comme la nappe ou les verres
le flanc laiteux des collines à l’aube,
une chaise où se reflète la lumière oblique de l’après-midi,
l’artichaut qui gît effeuillé sur une assiette.
La vie est ce qui meurt :
Une main déjà poussière et racine qui se lève
Le mot qui se venge du désamour et la déroute,
L’odeur et la caresse d’un savon de mes 10 ans,
Cette terre blessée qui recueille des os et des naufrages.
Le ciel et son enfer, haine et amour,
le bonheur et le malheur, la couleur de la lumière,
tout cela en plein désaccord
dicté par mon coeur sombre et incertain.
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Oración

No más amaneceres ni costumbres,
no más luz, no más oficios, no más instantes.
Sólo tierra, tierra en los ojos,
entre la boca y los oídos;
tierra sobre los pechos aplastados;
tierra entre el vientre seco;
tierra apretada a la espalda;
a lo largo de las piernas entreabiertas, tierra;
tierra entre las manos ahí dejadas.
Tierra y olvido.
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Prière

Non, plus d’aurore ni d’habitudes,
non, plus de lumière ni d’obligation ni d’instant.
Seulement la terre, la terre dans les yeux,
entre la bouche et les oreilles ;
la terre sur les seins étalés ;
la terre dans le ventre sec ;
la terre pressée sur l’épaule
le long des jambes entr’ouvertes, la terre ;
la terre entre les mains ici abandonnées.
Terre et oubli.
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Sobran palabras

Por traidoras decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apostata, para Solidaridad ;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor;
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.
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Assassiner des mots

Pour leur trahison j’ai décidé aujourd’hui,
mardi 24 juin,
d’assassiner quelques mots.
Amitié reste condamnée
au bûcher, parce qu’hérétique;
la potence convient à
l’Amour parce qu’illisible;
l’ignoble garrot ne serait pas mal
pour Solidarité, cette renégate.
la guillotine comme l’éclair
doit foudroyer Fraternité.
Liberté mourra
lentement et avec douleur.
la torture est son destin.
Egalité mérite la pendaison
pour être prostituée
du pire des bordels ;
L’Espérance est déjà morte ;
La Foi subira la chambre à gaz ;
le supplice de Tantale, pour son inhumanité
je le laisse au mot Dieu ;
Je fusillerai sans pitié la Civilisation
pour sa barbarie ;
Le Bonheur boira la ciguë.
Reste Je. Pour ce mot-là,
pour sa tristesse, pour son atroce solitude,
je décrète la pire des peines :
il vivra avec moi jusqu’à
la fin.

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*** 31 de mayo, París, Maison de l'Amérique Latine, 21 horas

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--- UN AUTRE CHEMIN. OTRO CAMINO. Anthologie poétique. Maria Mercedes Carranza. Collecction Femmes de Feu. L´Orielle du Loup. Lanzamiento del libroTraductoras: Brigitte Vanhove (francesa) y Margarita Contreras (colombiana), con colaboración de Luis del Río. Prólogo de Juan Manuel Roca. Leerán poemas de María Mercedes,  Myriam Montoya y Mick Gewirnher. Traduction de l’espagnol (Colombie) par Brigitte Le Brun Vanhove et Margarita Contreras avec la collaboration de Luis Del Río-Donoso. / Detalles: http://ntc-libros-de-poesia.blogspot.com/2013_05_21_archive.html. Allí, entre otra información, texto del Prólogo, enlaces, ... . Click derecho sobre las imágenes para ampliarlas.  
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La resurrección de la poeta

HOMENAJEEste mes se cumplen diez años de la muerte de María Mercedes Carranza. Sus lectores conmemoran el aniversario con homenajes y nuevas ediciones de su obra.


La resurrección de la poeta. Este año ya se publicaron dos libros con sus poemas, uno de ellos bilingüe. En los próximo meses aparecerá uno de ensayos sobre su obra.
Este año ya se publicaron dos libros con sus poemas, uno de ellos bilingüe. En los próximo meses aparecerá uno de ensayos sobre su obra.
Foto: Alfonso Reina / Jet Set

“Nada me calma ni sosiega: /ni esta palabra inútil, ni esta pasión de amor, /ni el espejo donde veo ya mi rostro muerto. / Oídme bien, lo digo a gritos: tengo miedo.” Este es el verso final del poema Tengo miedo de María Mercedes Carranza. Al final el miedo triunfó: diez años después de publicado el poema, el 11 de julio de 2003, la poeta bogotana se quitó la vida. “Ejerció una de las pocas libertades que nos van quedando a los colombianos, que es la de escoger morir antes de que tomen la decisión por uno” escribió el periodista Daniel Samper Pizano para despedir a su amiga entrañable.

Como parte de la conmemoración de los diez años de su muerte, que se cumplen este mes, su hija, la también escritora Melibea Garavito, condujo los eventos que la recordaron: lecturas de poemas, conferencias y acciones teatrales en la librería Casa Tomada y en la Casa de Poesía Silva. Así mismo hubo una concurrida ofrenda floral y un concierto en el cementerio de Sopó, donde todavía vive una rama importante de la familia Carranza. 

Este año se lanzaron dos antologías de su obra, Poesía reunida y 19 poemas en su nombre *, de la editorial Letra a Letra, y Un autre chemin ** , bilingüe, de la editorial francesa L´Oreille du Loup. También está en proceso la edición de un libro de ensayos sobre la autora, a cargo del Instituto Caro y Cuervo, y la primera traducción al inglés de sus poemas completos por el poeta Nicolás Suescún.

María Mercedes era literata de la Universidad de los Andes e hija del poeta piedracelista Eduardo Carranza. “Fue una voz que resulta cada vez más nítida en la poesía colombiana y latinoamericana”, le dijo a SEMANA el poeta Juan Manuel Roca. Fue periodista, política y gestora cultural. Fundó y dirigió la Casa de Poesía Silva, uno de los lugares emblemáticos del barrio La Candelaria en el centro de Bogotá. Desde ese lugar, en el que vivió el poeta José Asunción Silva un siglo antes, ella se convirtió en la abanderada de algunos de los más importantes eventos culturales del país.

Carranza murió de un mal crónico que ella llamó “dolor de país”. Pasó los últimos meses de su vida a la espera de que las Farc liberaran a su hermano Ramiro, una espera desesperanzada, minada por las muertes recientes de sus más cercanas amigas y por el magnicidio de Luis Carlos Galán, a quien le dedicó su célebre poema 18 de agosto de 1989. Al fin y al cabo, había dirigido con el líder martirizado el semanario Nueva Frontera, y fue su confidente y amiga durante toda su carrera política.  Su vocación fluctuaba entre la literatura y el periodismo. 

Dirigió los suplementos literarios de los diarios El Siglo y El Pueblo y fue también crítica literaria de SEMANA. Como gestora cultural trató por todos los medios de acercar la poesía a la gente, sus lemas fueron “las palabras pueden reemplazar las balas” y “la poesía ayuda a vivir”, convicciones que enmarcaron eventos multitudinarios como La Poesía Tiene la Palabra, Alzados en Almas y Descanse en Paz la Guerra. 

“De algún modo inventó una idea muy peculiar de Casa de Poesía, con sus espacios siempre concurridos, con sus eventos repletos de público”, dijo el poeta Darío Jaramillo Agudelo en un reciente homenaje. “Como gestora cultural su mejor momento no tiene parangón en la literatura colombiana, se propuso que la poesía dejara la trastienda de la cultura. Un impulso que no ha encontrado quién lo continúe y que merecería un destino más alto”, dice Roca.

Gracias a las ediciones de este año los lectores han vuelto a sus poemas “Ahora, con el lanzamiento de su libro, rescaté en mi biblioteca ‘El canto de las moscas’ y lo que antes me pareció solo interesante ahora me parece estremecedor”, le dijo a SEMANA el escritor Ricardo Silva Romero. 

Y añadió: “La había leído cuando estaba viva pero yo era muy joven y de entrada desconfié, la leí lleno de prejuicios. Volver a la poesía de María Mercedes Carranza me impresionó, me recordó que el único enemigo que uno tiene a la hora de leer son los prejuicios”. Estos diez años que se cumplen son un buen pretexto para volver a leerla. 
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