martes, 28 de julio de 2015

El lugar de la espera. Gerardo Rivera. ANTOLOGÍA. MINISTERIO DE CULTURA, Colombia, 2015. NTC ... Edición digital-virtual.

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NTC agradece al poeta José Zuleta Ortiz por el pdf
 y por la autorización para publicarlo 
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El lugar de la espera 
Gerardo Rivera 
ANTOLOGÍA

REPÚBLICA DE COLOMBIA

MINISTERIO DE CULTURA, 2015


Selección de textos y edición:  JOSÉ ZULETA ORTIZ



Prólogo: William Ospina


Diseño de carátula
ORLANDO LÓPEZ VALENCIA
Material impreso de distribución gratuita con fines didácticos y culturales.
Páginas: 315
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Allí donde las palabras son las cosas

Por William Ospina

La poesía, más que una manera de escribir, es una manera de
sentir. Por eso, mucho antes de que Gerardo Rivera comenzara a
escribir estos poemas ya sabíamos que era un poeta, y podíamos
vivir la plenitud de su poesía, la riqueza y la gracia desconcertante
de sus inventos verbales, esa curiosa manera de reinar por
el lenguaje sobre los azares de la realidad. Ese secreto del poeta,
como en las cortes antiguas, lo saben su rey y su ayuda de cámara,
su príncipe y su maestro de capilla, su princesa y ese eterno
aspirante a una dignidad que no sabría honrar. Recuerdo unas
tardes verdes de hace veintitrés años, cuando Gerardo nos mostraba
los poemas de Hans Hans, un poeta inexistente y fecundo
que estaba agonizando en Belgrado. Había dejado una obra
intensa y breve de la que yo escribí un prólogo deleznable hoy
afortunadamente perdido. Recuerdo a Gerardo cuando regresó
de su viaje a Hungría y nos llenó las veladas de bosques con faisanes
y restaurantes decrépitos apenas sostenidos por el trémolo
de los violines. Lo recuerdo con su curvo bastón de caña, comprado
en los mercados de Budapest, caminando por la avenida
sexta bajo la lluvia de los guayacanes amarillos de otra década. Y
también recuerdo las intensas veladas que vivimos cuando volvió
de Grecia, y nos hablaba de los cuarticos blancos de Praga y de
los muelles de Igumenitza, de playas donde había un muchacho
griego con un pulpo adherido a su cuerpo entre las aguas de un
azul de tinta.

Gerardo se negó por años a escribir algo más que cierta balada
a la que llamó La vaca aritmética, las ondulaciones en casi haikú
de la luna en el agua y un populoso monólogo de Lady Macbeth
preparando la recepción para Duncan en un castillo atareado de
criados y de cuervos, de niños que se hurgaban las narices y de
calderos exigiendo abrasivos. En vano le pedíamos otros poemas.
Como Adolfo Montaño, como José María Borrero, obturaba sus
oídos con cera de abejas para no oír la voz de las sirenas fatales
que invitan al naufragio mortal de tejer versos. Pero un día en
Chicoral salió a caminar por las montañas brumosas y al parecer
el sol salió y derritió el sello de Ulises y la sirena cantó. Desde
entonces la poesía de Gerardo también se convirtió en poemas,
y yo quiero afirmar aquí que cada poema suyo es una suerte de
experiencia mística.

Pero ¿de dónde procede el poder de estos poemas, su intensidad,
la verdad que nos entrega incluso en sus juegos más atrevidos?
Tal vez es cierto que la verdad está en el tono, en la reposada
intensidad, en la íntima convicción de quien habla. Si ello es así,
entonces a lo largo de los años Gerardo no desarrollaba sus destrezas
literarias escribiendo versos sin fin, como tantos poetas,
sino formando una experiencia del mundo, una actitud como de
monje oriental, la capacidad de detener la mirada en cada cosa,
y de encontrar en cada cosa todas las cosas. ¿Qué puede ser el
universo sino “Ese río de tórtolas y semillas” de que nos habla en
un poema, esas voces que / Algunas veces son pájaros / Algunas
veces son estrellas /Y la eternidad / Con su abrigo de luz / que va
dando sus brincos / De gato / Sus bostezos de conejo? El mundo
en sus palabras es milagroso, pero lo es de una manera reposada,
como saben serlo el agua, las perdices, las hojas. Está lleno de
cosas comunes arrebatadas a la cotidianidad y sorprendidas en
flagrancia. En ese mundo suyo por el hueco / de la luna / saltan
hacia el cielo / los gatos. A Gerardo, para decirmos la melancolía
de todo lo que fue, le basta este giro: Detrás de las escaleras /
está ahora el bosque amarillo. Para nombrar la muerte le basta
decir: Hay gentes / sentadas en sillas vacías / en los muebles de
la lluvia / te miran y no hablan. Para hacernos creer en una tierna
circunstancia perdida en la historia, en un momento de la vida de
una mujer del medioevo, construye estas precisiones conmovedoras:
Gúdula de Utrech / de los tejados de Lieja /No te levantes
todavía / Todavía hay mucha neblina / En la huerta y sobre los
prados / Hoy es 15 de marzo / de 1273/ Acuérdate / Tienes que
ir al mercado.

Sólo hay una cosa que Gerardo no mira y son los espejos. Tal
vez eso nos dé la clave del tono de su poesía y de la intensidad que
tienen en ella las cosas, las formas del mundo, los milagros de la
realidad. En esta poesía lo humano es sólo una parte humilde
de lo que existe. Lo humano está sobre todo en la mirada, en la
simpatía con las pisadas del gato que van dejando un rastro de
belleza sobre la tierra, en las tenues reconvenciones que una voz
casi sin cuerpo les hace a las estrellas y a Dios y a las sillas que
nunca se cansan de esperar a alguien que les dé su sentido. Yo
diría que sólo quien se mira tan poco a sí mismo puede ver con
tanta intensidad el mundo. Pero no soy yo quien vino a decir sus
poemas. Sé que me está vedado añadir más palabras a la magia
poderosa y a las geometrías secretas que hay en ellos. Impúdica,
públicamente quiero agradecer la poesía que Gerardo ha traído
a nuestras vidas, las muchas horas en que el lenguaje se ha exaltado
en fiesta y pasión, en compañía y milagro. Y quiero pedir la
ayuda de Apollinaire para celebrar las muchas veces en que nuestro
vaso ha estado lleno de un vino que tiembla como una llama;
las muchas veces en que el vaso se ha roto como una carcajada. *

 William Ospina

* NoTiCa de NTC ...: este texto a color aparece en la contra portada del libro. 

https://picasaweb.google.com/111515077843964359836/GerardoRiveraElLugarDeLaEspera#

GERARDO RIVERA

Nació en Medellín en 1942. Estudió Derecho en el Colegio
Mayor del Rosario. Se desempeñó como publicista y redactor
en varias agencias de publicidad. Durante dos décadas
deambuló por Europa y el norte de África. Autor de los libros
de poesía: A lo largo de las estatuas de octubre, El viajero
de los pies de oro, Una nada cubierta de hojas (Premio
Jorge Isaacs 2005), Anterior a la penumbra, El lugar
de la espera (2010), A la sombra de los árboles milagrosos
(2012). Actualmente vive en una cabaña, acompañado de
sus perros, en la Reserva Natural de Chicoral, cerca a Cali.


21 de octubre de 2010

"El lugar de la espera". Gerardo Rivera. Poesía. Antología.


13 de octubre de 2012

El Poeta Gerardo Rivera. Premio Nacional de Poesía José Manuel Arango. 2012

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