miércoles, 29 de mayo de 2013

Políticos y poetas. Por FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN. El Malpensante, No. 141. Mayo, 2013. A propósito de "Que la paz sea contigo", poemario de Roy Barreras

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Políticos y poetas 

Por FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN *

 A propósito de "Que la paz sea contigo" * , poemario de Roy Barreras

El Malpensante, No. 141. Mayo, 2013 

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El arte del trapecio

Políticos y poetas 

Por FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN *

 A propósito de "Que la paz sea contigo" * , poemario de Roy Barreras **

"Uno no debe extrañarse sino de lo que no sucede".
Eduardo Santos. 

El Malpensante, No. 141. Mayo, 2013 
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CON UNA VALENTÍA QUE
nadie tiene derecho a
escatimarle, el senador
vallecaucano Roy Barre-
ras presentó a lo grande en la pasada
Feria del Libro de Bogotá su flaman-
te poemario  Que la paz sea contigo. Ya
antes había mostrado sus inclinacio-
nes literarias con una novela, cuyo
título, corno en el caso de la lírica,
está inspirado en la Biblia: Polvo
eres y en polvo te convertirás. Pero el
poemario tuvo más impacto. Suscitó
un inmediato plebiscito en Twitter,
en donde le lanzaron al autor toda
clase de tomates y huevos de 140
caracteres. No encontré un solo
elogio entre los mensajes que revisé.
Déjenme revelar mi asombro: nunca
pensé que algo pudiera alguna vez
lograr la unanimidad en la proteica,
estridente y porfiada esfera virtual.
Los humoristas -por ejemplo del
infatigable programa La Luciérnaga-
tuvieron su día de fiesta, citando,
imitando, parodiando, zahiriendo y
atormentando al pobre Roy. 



El lector dirá que se lo tiene bien
ganado. La gente que lee literatura
en este país tiende a sospechar de
un exponente arquetípico de la vieja
política que merodea en los campos
de la cultura. Y hay en efecto un des-
fase brutal entre el gusto de quienes
están instalados allí y los políticos,
que entran apenas como aficionados.
Al reprocharles su carácter amateur,
les cobran de paso todas las cuentas,
reales o imaginarias, que puedan
deber. 

No siempre fue así, como sabe
todo aquel que siquiera se haya aso-
mado a la historia política de nuestro
país. Durante largos períodos, nues-
tros líderes fueron gramáticos, poe-
tas y latinistas. Claro, se exponían
a recibir varapalos (Rafael Núñez,
decía el Indio Uribe, si no me equi-
voco, era tan incapaz de escribir un
buen verso como de hacer un buen
decreto), pero por parte de otros
políticos-literatos, afiliados al bando
contrario. Eran en buena medida los
políticos y los dirigentes liberales y
conservadores quienes establecían
los estándares del gusto literario, y
de cuando en cuando se daban el lujo
de atacar salvajemente a quienes se
desviaran de la línea correcta: basta
con hojear las críticas de Laureano
Gómez contra León de Greiff para
darse cuenta de la distancia a la que
estamos de ese mundo. Cierto es que
Laureano era un caso aparte. Pero el
punto es que el mundo de la cultura
cabía dentro del mundo de la polí-
tica. Esto, por lo demás, no era ni
de lejos solo colombiano. Teníamos
intelectuales y escritores notables,
claro (de hecho creo que muchos),
pero la gran mayoría de ellos estaba
articulada a la lógica de la esfera
pública bipartidista. No solo los fun-
cionarios del Estado, sino también
los novelistas y poetas, declaraban su
afiliación azul o roja para encontrar
una posición en el mundo. Y aquí no
estoy hablando de los malos, o los
marginales, sino de la gente que en
su momento fue consideraba como
del primer nivel.

 Como en otros países de Améri-
ca Latina, el marxismo de la década
de 1960 significó aquí una revolu-
ción intelectual, que cambió de ma-
nera relativamente rápida la relación
entre los escritores y los políticos.
La revista Alternativa de finales de la
década de 1970 es a la vez el mayor
símbolo y el síntoma inequívoco
de esa emancipación de los intelec-
tuales colombianos, que de pronto
descubrieron que se podían quitar,
con beneficio, la cofia bipartidis-
ta. Confluyeron alrededor de ese
proyecto antisistema nombres que
han marcado nuestra vida cultural
durante décadas, comenzando por
García Márquez. Y aunque todavía
en 1982 ungimos al último de una
larga serie de presidentes-poetas,
Alternativa simbolizó el fin de la
hegemonía de los políticos liberal-
conservadores sobre la literatura.
¡No está tan lejos!

 ¿Dije emancipación? Con
respecto al bipartidismo, sí, claro.
Con respecto a la relación entre el
intelectual y algún partido, no. Qui-
zás hubo incluso un retroceso, pese
al obvio sentido modernizador de la
acción de los involucrados. En el re-
lato marxista, el partido o una clase
social determinaba la línea correcta,
y en ese sentido se establecía, poten-
cialmente con más severidad que en
el contexto liberal-conservador, una
fuente de autoridad incontestable e
intangible. Como en muchos otros
terrenos, en este aprendimos en
Colombia a las malas, solo después
de mucho desencanto y, toca decido,
mucha sangre derramada. Quien
haga una revisión de las cartas -crí-
ticas- de intelectuales a la guerrilla
necesariamente se sorprenderá por
su carácter relativamente tardío. Sin
embargo, en algún momento pos-
terior a la Constitución de 1991 se
produjo finalmente la fractura más o
menos irreparable -en términos de
funciones, de destrezas y de perso-
nal- entre el mundo de la política y
el mundo de la literatura. De TODA
la política. Y de pronto la balanza
se ha ido inclinando en la dirección
contraria. Hay muchos escritores
que opinan políticamente, de mane-
ra muy veleidosa -como tiene que
ser-, y nadie los crucifica por invadir
terrenos vedados. Son ahora los po-
líticos quienes deben cuidarse de no
traspasar las fronteras invisibles.


Por creciente división del tra-
bajo, por el enorme desprestigio de
nuestra clase política, por cambio
tecnológico, por estas trayectorias
atormentadas que solo he podido
esbozar aquí, o por todas las anterio-
res, este proceso adquirió en Colom-
bia un carácter más bien agresivo.
Por eso lo de Roy; que a la luz de lo
expuesto arriba era en esencia solo
un anacronismo, casi degenera en
escándalo. Esta agresividad, pero
de una manera apenas tentativa y
aproximada, y conservando todas sus
especificidades locales, correspon-
de a una tendencia más universal,
que debilita los vínculos entre los
intelectuales y las organizaciones
sociales, por un lado, y los partidos
políticos, por el otro. La época de
oro de los partidos pasó, quizás para
siempre. La buena noticia es que eso
implica que podríamos estar ante la
superación definitiva de la figura del
presidente-poeta (que entre otros
adefesios nos dejó nuestro himno
nacional). La mala es que en paralelo
se abrieron las puertas para que la
función de la política comience a ser
fagocitada por figuras de la farándu-
la, o por deportistas, o por locuto-
res, sin ninguna familiaridad con la
función de gobierno, ni inclinación
real por ella. Muchas más cosas raras
nos esperan impacientes en el futuro
inmediato.
 ....

* FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN
(CALI, 1957). Es profesor en el Iepri
de la Universidad Nacional de Co-
lombia y escribe todos los viernes
una columna en el periódico El Espectador.
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** "Que la paz sea contigo"
http://ntcpoesia.blogspot.com/2013_05_18_archive.html
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