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Políticos y poetas
Por FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN *
El Malpensante, No. 141. Mayo, 2013
.
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El arte del trapecio
Políticos y poetas
Por FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN *
A propósito de "Que la paz sea contigo" * , poemario de Roy Barreras **
"Uno no debe extrañarse sino de lo que no sucede".
Eduardo Santos.
El Malpensante, No. 141. Mayo, 2013
.
CON UNA
VALENTÍA QUE
nadie
tiene derecho a
escatimarle,
el senador
vallecaucano
Roy Barre-
ras presentó
a lo grande en la pasada
Feria
del Libro de Bogotá su flaman-
te
poemario Que la paz sea contigo. Ya
antes
había mostrado sus inclinacio-
nes
literarias con una novela, cuyo
título,
corno en el caso de la lírica,
está
inspirado en la Biblia: Polvo
eres y
en polvo te convertirás. Pero el
poemario
tuvo más impacto. Suscitó
un
inmediato plebiscito en Twitter,
en
donde le lanzaron al autor toda
clase
de tomates y huevos de 140
caracteres.
No encontré un solo
elogio
entre los mensajes que revisé.
Déjenme
revelar mi asombro: nunca
pensé
que algo pudiera alguna vez
lograr
la unanimidad en la proteica,
estridente
y porfiada esfera virtual.
Los
humoristas -por ejemplo del
infatigable
programa La Luciérnaga-
tuvieron
su día de fiesta, citando,
imitando,
parodiando, zahiriendo y
atormentando
al pobre Roy.
El
lector dirá que se lo tiene bien
ganado.
La gente que lee literatura
en este
país tiende a sospechar de
un
exponente arquetípico de la vieja
política
que merodea en los campos
de la
cultura. Y hay en efecto un des-
fase
brutal entre el gusto de quienes
están
instalados allí y los políticos,
que
entran apenas como aficionados.
Al
reprocharles su carácter amateur,
les
cobran de paso todas las cuentas,
reales
o imaginarias, que puedan
deber.
No
siempre fue así, como sabe
todo
aquel que siquiera se haya aso-
mado a
la historia política de nuestro
país.
Durante largos períodos, nues-
tros
líderes fueron gramáticos, poe-
tas y
latinistas. Claro, se exponían
a
recibir varapalos (Rafael Núñez,
decía
el Indio Uribe, si no me equi-
voco,
era tan incapaz de escribir un
buen
verso como de hacer un buen
decreto),
pero por parte de otros
políticos-literatos,
afiliados al bando
contrario.
Eran en buena medida los
políticos
y los dirigentes liberales y
conservadores
quienes establecían
los
estándares del gusto literario, y
de
cuando en cuando se daban el lujo
de
atacar salvajemente a quienes se
desviaran
de la línea correcta: basta
con
hojear las críticas de Laureano
Gómez
contra León de Greiff para
darse
cuenta de la distancia a la que
estamos
de ese mundo. Cierto es que
Laureano
era un caso aparte. Pero el
punto
es que el mundo de la cultura
cabía
dentro del mundo de la polí-
tica.
Esto, por lo demás, no era ni
de
lejos solo colombiano. Teníamos
intelectuales
y escritores notables,
claro
(de hecho creo que muchos),
pero la
gran mayoría de ellos estaba
articulada
a la lógica de la esfera
pública
bipartidista. No solo los fun-
cionarios
del Estado, sino también
los
novelistas y poetas, declaraban su
afiliación
azul o roja para encontrar
una
posición en el mundo. Y aquí no
estoy
hablando de los malos, o los
marginales,
sino de la gente que en
su
momento fue consideraba como
del primer nivel.
Como en
otros países de Améri-
ca
Latina, el marxismo de la década
de 1960
significó aquí una revolu-
ción
intelectual, que cambió de ma-
nera
relativamente rápida la relación
entre
los escritores y los políticos.
La
revista Alternativa de finales de la
década
de 1970 es a la vez el mayor
símbolo
y el síntoma inequívoco
de esa
emancipación de los intelec-
tuales
colombianos, que de pronto
descubrieron
que se podían quitar,
con
beneficio, la cofia bipartidis-
ta.
Confluyeron alrededor de ese
proyecto
antisistema nombres que
han
marcado nuestra vida cultural
durante
décadas, comenzando por
García
Márquez. Y aunque todavía
en 1982
ungimos al último de una
larga
serie de presidentes-poetas,
Alternativa
simbolizó el fin de la
hegemonía
de los políticos liberal-
conservadores
sobre la literatura.
¡No
está tan lejos!
respecto
al bipartidismo, sí, claro.
Con
respecto a la relación entre el
intelectual
y algún partido, no. Qui-
zás
hubo incluso un retroceso, pese
al
obvio sentido modernizador de la
acción
de los involucrados. En el re-
lato
marxista, el partido o una clase
social
determinaba la línea correcta,
y en
ese sentido se establecía, poten-
cialmente
con más severidad que en
el
contexto liberal-conservador, una
fuente
de autoridad incontestable e
intangible.
Como en muchos otros
terrenos,
en este aprendimos en
Colombia
a las malas, solo después
de
mucho desencanto y, toca decido,
mucha
sangre derramada. Quien
haga
una revisión de las cartas -crí-
ticas-
de intelectuales a la guerrilla
necesariamente
se sorprenderá por
su
carácter relativamente tardío. Sin
embargo,
en algún momento pos-
terior
a la Constitución de 1991 se
produjo
finalmente la fractura más o
menos
irreparable -en términos de
funciones,
de destrezas y de perso-
nal-
entre el mundo de la política y
el
mundo de la literatura. De TODA
la
política. Y de pronto la balanza
se ha
ido inclinando en la dirección
contraria.
Hay muchos escritores
que
opinan políticamente, de mane-
ra muy
veleidosa -como tiene que
ser-, y
nadie los crucifica por invadir
terrenos
vedados. Son ahora los po-
líticos
quienes deben cuidarse de no
traspasar las fronteras
invisibles.
Por
creciente división del tra-
bajo,
por el enorme desprestigio de
nuestra
clase política, por cambio
tecnológico,
por estas trayectorias
atormentadas
que solo he podido
esbozar
aquí, o por todas las anterio-
res,
este proceso adquirió en Colom-
bia un
carácter más bien agresivo.
Por eso
lo de Roy; que a la luz de lo
expuesto
arriba era en esencia solo
un
anacronismo, casi degenera en
escándalo.
Esta agresividad, pero
de una
manera apenas tentativa y
aproximada,
y conservando todas sus
especificidades
locales, correspon-
de a
una tendencia más universal,
que
debilita los vínculos entre los
intelectuales
y las organizaciones
sociales,
por un lado, y los partidos
políticos,
por el otro. La época de
oro de
los partidos pasó, quizás para
siempre.
La buena noticia es que eso
implica
que podríamos estar ante la
superación
definitiva de la figura del
presidente-poeta
(que entre otros
adefesios
nos dejó nuestro himno
nacional).
La mala es que en paralelo
se
abrieron las puertas para que la
función
de la política comience a ser
fagocitada
por figuras de la farándu-
la, o
por deportistas, o por locuto-
res,
sin ninguna familiaridad con la
función
de gobierno, ni inclinación
real
por ella. Muchas más cosas raras
nos
esperan impacientes en el futuro
inmediato.
....
* FRANCISCO
GUTIÉRREZ SANÍN
(CALI,
1957). Es profesor en el Iepri
de la
Universidad Nacional de Co-
lombia
y escribe todos los viernes
una
columna en el periódico El Espectador.
.
** "Que la paz sea contigo"
http://ntcpoesia.blogspot. com/2013_05_18_archive.html
.
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