martes, 2 de diciembre de 2014

No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego. Juan Manuel Roca. Fundación Arte es Colombia. Noviembre 2, 2014

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En su 2a. etapa, provisional, publican y difunden 
NTC … Nos Topamos Con 

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No es prudente recibir 
caballos de madera de 
parte de un griego

Juan Manuel Roca

Fundación Arte es Colombia
Noviembre 2, 2014

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Juan Manuel Roca Vidales (1946 - Medellín - Antioquia) Es uno de los más importantes poetas de Colombia y una figura central de la poesía hispánica, dueño de una voz poética única y de una obra que reúne poesía, ensayo, crítica literaria, narrativa y periodismo, que hace de su trabajo un impresionante fresco donde lo culto se entrelaza con lo cotidiano siempre de una forma sofisticada, depurada y de extrema lucidez y belleza. Es Roca un ser humano maravilloso. Poeta entrañable, que desde hace más de 40 años ha estado acompañando al país, a otros poetas, a los ciudadanos, a los jóvenes, con su palabra, su ejemplo, su fino y elegante sentido del humor.
Roca, designado por La Universidad Nacional de Colombia, con el Doctorado Honoris Causa en Literatura, justo y valioso reconocimiento a su obra y su vida, ya había sido distinguido con el Doctorado Honoris Causa de la Universidad del Valle y entre otros con el Premio Nacional de Poesía de La Universidad de Antioquia y el Premio Casa de las Américas. Entre sus obras Biblia de pobres *, Pasaporte del apatrida, Cantar de lejanía, Memoria del agua, Tres orillas en busca de un río, Un violín para Chagall, Luna de Babel.
Acerca de sus versos, muchos de ellos están en la conciencia colectiva de los colombianos, y por qué no decirlo, en los devotos de la gran poesía en el mundo.

* NTC ... enlace: https://www.youtube.com/watch?v=kVLL6Xd2WxY . VIDEO. 
El escritor Juan Manuel Roca, ganador del IX Premio Casa de América de Poesía Americana, lee, en la Casa (Madrid) fragmentos de la obra galardonada, 'Biblia de pobres', y charla con el también escritor Luis García Montero.
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Detalles de la COLECCIÓN y los otros 8 libros, en: 
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NTC ... ENLACES sobre Juan Manuel Roca

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De por qué 
No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego
según Juan Manuel Roca

Por Philip Potdevin

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Publicado en su blog. Noviembre 30, 2014


En su ilustrada racionalidad poética, Hölderlin afirma que la poesía, entre todas las tareas del Hombre, es la más inocente. Por lo tanto, hacer poesía, parecería ser algo ineficaz, inofensivo, casi ingenuo o vacuo. Acto seguido, en 1800, un año después de la anterior afirmación contemplada en una carta a su madre, el poeta afirma que la palabra es el más peligroso de los bienes del Hombre. Entonces, ¿es la poesía un acto inocente, ingenuo o es, a través de la palabra la más peligrosa de todas las armas del Hombre? ¿Hay contradicción?

La palabra es el peligro de los peligros, afirma Heidegger, juicioso lector de Hölderlin, por cuanto ella precisamente comienza por crear la posibilidad misma del peligro. En este sentido, el filósofo alemán afirma que la Palabra proporciona al Hombre la primera y capital garantía de poder mantenerse firme ante el público de los entes. Únicamente donde hay Palabra hay Mundo y únicamente donde hay Mundo hay historia. La palabra es un bien, el primogénito de los bienes, lo cual quiere decir que la Palabra responde por o asegura que el hombre pueda tener historia y ser histórico.

Volviendo a Hölderlin, nosotros somos palabra-en-diálogo. Desde que somos palabra-en diálogo, los Dioses nos han puesto en trance de hablarnos, de ponernos de cara frente a nuestra realidad de mundo, a nuestra realidad de verdad, a través del diálogo.

¿Y para qué todo esto? Hölderlin, no cae en meandros. “Los poetas echan los fundamentos de lo permanente”. Por lo tanto, la poesía es la esencia de la palabra, es la esencia del Hombre, es el fundamento de todo cuanto el Hombre funda, crea, construye o erige. Nada es permanente. De sus obras y hechos; solo queda la palabra y solo la palabra poética en su magnificencia y, a la vez, sencillez. Concluye el poeta: “Lleno está de méritos el Hombre; mas no por ellos; por la Poesía ha hecho de esta Tierra su morada”.

Y esto precisamente es lo que Juan Manuel Roca valida en su más reciente obra de poesía en prosa No es prudente recibir caballos de madera de parte un griego (Fundación arte es Colombia, Colección Letras, 2014). El poeta colombiano una vez más pone los fundamentos de lo que es en verdad importante a través de su poesía, una poesía que detrás de su aparente inocencia (como reconoce Hölderlin), va llegando a lo permanente, a lo fundamental del Hombre en el Mundo, del ser aquí y ahora, a la realidad de nuestro país, de un país “si alguna vez lo fue” en el que “un ciego camino al desfiladero nos llamaba a la guerra permanente y el cortejo que lo seguía marchaba cantando hacia el abismo”. El poeta anda en busca de su país. Los muertos del país dictan al poeta que por favor le diga a los nietos que “el patio natal ya no existe y solo quedan vestigios en los parques, migajas de sueño en las ventanas. Dígales que se busca un país, que a quien lo encuentre se le dará una buena recompensa”.

El poeta, ese artífice de la palabra-en-diálogo entra en conversación consigo mismo. Reflexiona, interpela, indaga, añora, evoca y se da cuenta que ya no es él mismo. Que los años pasan, que el cuerpo se metamorfosea: “Me dieron un cuerpo y a ese cuerpo un nombre… el pobre cuerpo se venga cuarteando el decorado, haciéndome doler telón adentro”. Lo acecha su propio cuerpo, lo persigue, como una sombra. “Una noche me lo encuentro a boca de jarro al doblar una esquina y me resulta imperioso saludarlo como a un viejo conocido. Debo aceptar que me sigue a todas partes.” El poeta libra una lucha desigual contra el peor enemigo: su propio ego. Sube al cuadrilátero, como un condenado a muerte y allí es vapuleado: “mi ego me acorrala y zarandea como a un muñeco de fieltro. En el 5ª asalto caigo de bruces, fulminado, con los brazos en cruz en un torpe remedo de Cristo. Mi ego da vueltas en torno de mi yacente armazón, brinca como un comanche alrededor del fuego, levanta los brazos jubiloso. Me mira con el desdén de un gladiador.”

El poeta no se queda en ese soliloquio. Indaga el más alto bien, el más inocente y el más peligroso, a la vez, de todos los que posee el Hombre: la poesía. Está presente, audaz, intrépido con su arma y sabe que, según Rilke, “una bandera esta hecha de la misma materia que una mortaja”- “El poeta es en todo lugar un extranjero, se hastía de ver paisajes con estandartes y mortajas…”. Roca ve la poesía en el día a día, “embozada o disfrazada de inocencia”, la ve en todo acontecer, en todo detalle de la vida de sus semejantes, “en la vetusta estación que aglomera los vagones del tren, en sus furgones podridos con lentitud de sol y lluvia, en el brillo de las lagartijas que se cuelan por sus tablones, en el país donde el sol suena como un tambor templado y las gentes muerden la fruta jugosa del silencio, en el olor a casa que los viajeros llevan en el bolsillo del recuerdo como un talismán envuelto en un pañuelo, en medio del cortejo funerario donde una mujer le grita imprecaciones a la muerte…”. Descifrar el mundo es llegar a la esencia de lo fundamental, de lo que el poeta descubre, revela, erige cuando “intentamos con pobres palabras leer y descifrar sus ocultas señales, reconocer su huella como si fuera el casco de una bestia milenaria grabado entre las piedras.”

Pero ¡atención! El poeta puede ser, llega a ser una amenaza para el Hombre. Sabe cómo esconderse, camuflarse sin ser percibido, ni siquiera intuido, para irrumpir con su verdad fundamental y vencer con sus instrumentos y añagazas. De nada valen las defensas, los muros, los vigías, el contraespionaje. Roca no nos trae buenas noticias de parte del silencio, “la luna se derrite como un cubo de hielo en la pecera del mar.” Y aquí, el  dictamen final, el que nos deja sin aliento, sin esperanza, obligados a vivir eternamente amancebados, enamorados, seducidos por la poesía: “Si usted está en la casa leyendo este poema, lo congratulo: la sombra de la feroz cazadora no lo acompañara al final de la noche. Si usted desea cerrar este libro pues no cree prudente recibir caballos de madera de parte de un griego, hágalo, de una vez por todas hágalo, pero le aseguro que estará tentado a buscar en esta página el regreso del tiempo.”



Roca nos invita una vez más a arriesgarnos hasta la imprudencia, a permitirnos recibir caballos de madera, siempre y cuando vengan cargados de la Palabra, de guerreros de la poesía. Bienvenidos sean.

La Colección Letras de la Fundación arte es Colombia, dirigida por Francia Escobar, es un maravilloso viaje en los barcos de la poesía en busca del "hombre con sus manos cargadas de presente". En su empeño, dice la directora, "hemos iniciado la primavera con un nuevo inventario de sueños, para no quedarnos solos y varados frente al río."


El proyecto reúne, en su primera edición nueve títulos de nueve poetas de primer nivel de las letras colombianas, cada uno de una corriente distinta que unidos, afirma Francia Escobar, "conforman un catalejo para mirar el futuro, un vitral para advertir la noche, una ola que lleve a los puertos del mundo un mensaje de amor, paz y humanidad, son nueve libros para empezar la jornada."


Los demás libros de la colección son Bosques en la Rada de Jaime García Mafla, Mi crucifixión rosada de Jotamario Arbeláez, Tres romances para oboe de Maria Clemencia Sánchez, Ánima doble de Alfredo Vanín, La Mariposa en el Muro de Andrés Matías, Música lenta de Nelson Romero Guzmán, La pupila incesante de Rómulo Bustos Aguirre yBajo la hierba o el cielo de Horacio Benavides.



por Philip Potdevin

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SEGUIMIENTOS A ENERO 15, 2015 

DE LAS BUENAS RAZONES PARA NO CERRAR ESTE LIBRO DE JUAN MANUEL ROCA

Por Nelson Romero Guzmán ( 1 )

Si usted desea cerrar este libro pues no cree prudente recibir caballos de madera de parte de un griego, hágalo, de una vez por todas hágalo, pero le aseguro que estará tentado a buscar en esta página el regreso del tiempo.
Juan Manuel Roca

Hablar de la poesía de Juan Manuel Roca es reconocer, de entrada, al poeta vivo más importante de la poesía en Colombia. El más importante por su obra, por el entusiasmo que despierta entre los lectores, por la trayectoria de sus libros a nivel de reconocimientos, premios, traducciones, publicaciones en el extranjero y por ser referente clave de la poesía en lengua española. A estos recaudos se suman otros: su trabajo crítico sobre la poesía colombiana, la amplia resonancia de sus lecturas, así como el diálogo saludable y mucho más directo que forjó con otras literaturas desde las páginas del Magazín Dominical. A Roca debemos la imagen de un poeta sin solemnidades, que no se encierra para ser aplaudido porque ama la vida callejera, el claroscuro de la taberna y los tonos de dicción popular que nutren muchos de sus poemas. Roca es imaginativo, del mejor humor hermano de la inteligencia, de una hermandad cómplice y de un enorme compromiso con la palabra. Son de los pocos buenos ejemplos del artista alejado del frío de la Corte. La generación de quienes nacimos en la década de los sesentas, debemos mucho al aporte del poeta Roca.
Ahora Juan Manuel Roca nos entrega su reciente libro “No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego” (2014), el cual hace parte de la Colección Letras, 9 Libros de Poesía Colombiana, publicado por la corporación cultural Arte es Colombia, presidida por la doctora Francia Escobar Field. Sin duda, un libro que aumenta la admiración por su obra. Si bien el título alude a un lector testigo del presente que puede ser engañado por caballos de madera, su sentido poético más hondo se nutre del regreso del tiempo, la vuelta a Ilión. Como la poesía de Roca no es parásita de una sola lectura, yo me quedo con la del tiempo a través del cuerpo como morada de un “otro” que se canta y se cuenta y nos comparte –con el perdón de Antonio Machado- esos cantos contados en prosa de sus viajes, sus visiones, sus metamorfosis. Y es que, para no deshilar la propuesta del irónico título del libro, el cuerpo es la metáfora de una Ilión imagen de un país que puede ser Colombia o que es, provisionalmente, Colombia. De paso, Roca es el poeta que desde su primer libro “Memoria del agua” (1973), ha sabido asimilar con la mayor sencillez y hondura poética, esta tragicomedia nacional. El poeta se asume otro en este libro para hablar por todos; su poesía tiene el privilegio de fundar pensamiento y memoria, realidad y mito, con imágenes narradas, siempre poderosas:
“Suponía que al fondo de mi piel, adentro de mi precaria armazón, crecía un país de vastas llanuras y hondonadas, pero no sabía a ciencia cierta si su único habitante era gobernante o gobernado, rey o vasallo, cortesano o regicida. Nunca supe a quién culpar del mal gobierno de mi cuerpo” (Los viejos tratos, p. 10).

Ese cuerpo-país-Ilión, mal gobernado, hecho de viejos trucos y tratos, alude a uno de los temas cuestionados por su poesía: el poder. Páginas más adelante nos hallamos con esta otra alusión al poder y al tiempo de la historia, a través de la figura del rey Ubú que se devora a sí mismo, no contento con devorar a los demás: “Ubú Rey, gran monarca de las ciudades sin mapa y de la autofagia del tiempo, sacerdote del poder y su bulimia, terminará por devorarse a sí mismo” (Paisaje al carbón con William Kentridge, p.43).
La poesía de Juan Manuel Roca resulta más que necesaria en estos tiempos. Su palabra poética no es amnésica a nuestra realidad con todas sus tragedias, sino que es portadora de la memoria del “paraje de ciegos”. Entre los pocos poetas colombianos que no escriben de rodillas, su obra hila circunstancias de diversas procedencias, recorre parajes oscuros de la cotidianidad, viaja por la ruina del tiempo, recrea la historia con imágenes totalizadoras y se atreve a mirar las entrañas de la realidad desde sus propias entrañas. Por eso la acentuación puesta sobre el cuerpo en este libro, que no podría ser otro el invitado; en él está no sólo el testimonio del tiempo con su carga de mundo, sino que es morada, exilio, paraje del tiempo y de la carne, habitado por un yo-otros, a la vez suyo y compartido. El cuerpo es también esa destruida imagen de Troya, tan viva del presente, por lo que “No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego”. Es así que también estamos frente a un libro profundamente biográfico.
“No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego”, está escrito desde el registro poético de la prosa, salvo la breve postal del tiempo puesta en la carátula, titulada “Poema del tiempo”. Aquí comienza el misterio, el juego de los dobles, el viaje por el espacio y el tiempo de las geografías reales o imaginarias, míticas o literarias; las estancias por los pasajes de la memoria en ese vagón del cuerpo poseso por su habitante embrujado que entra y sale para nutrirnos de nuevas visiones. En sus viajes, siempre la valija del amado Vallejo, esa otra sombra del cuerpo literario: “De sus viajes llegaba primero la sombra que su cuerpo” (Un cáliz de luto, p.50). Así, una de las características que hace sencilla la prosa poética de Roca, en este libro y en los anteriores, en la sencillez de su lirismo, el juego poderoso de la imagen, la ironía y el humor que las emparenta y la capacidad de pensar desde el poema.
En la obra de Juan  Manuel Roca se lee un país, “un reino en un paraje de ciegos”, donde somos gobernados por sombras “en el entresueño de los bárbaros”. País habitado por extraños personajes como el Rey de Burlas y el vendedor de humo. Así, en el poema “Dictado por los muertos”, un muerto hace el inventario de escombros de un país que “se hundió en la niebla para siempre”, y el cual estamos condenados a buscarlo. Lo mismo en el poema “En los bordes del sueño”, queda demostrado el talento de Juan Manuel Roca cuando se refiere a los asuntos de la guerra; esta prosa de aire surreal, hace un doblaje del sueño y la vigila, del pasado y el presente, desde el entresueño de un marinero recostado en su camastro frente al Caribe, para darnos un ejemplo de la herencia de la clase de caballos que recibimos de los troyanos.
Sin duda, la obra de Juan Manuel Roca es una de las mayores herencias de la poesía colombiana.


En los bordes del sueño

…Y las mujeres de cuerpos silenciosos bajo sus túnicas rojas hablaban como pájaros en el entresueño de los bárbaros. Y los niños con espada de palo perseguían al perro sarnoso junto a la playa donde el mar celebraba nupcias con las cabelleras de unas mujeres de ojos maorís y sayas en remojo. Y las crines de las olas parecían levantar una marejada de caballos junto a un blanco poblado. Y el viejo rengo hablaba con los vendedores de almejas y había algo como una cicatriz en su voz. Yo era el jefe tribal de unos aviesos domadores de mar que en los bordes de la noche se presentaban con máscaras de hierro al asedio de una Troya arruinada. Al despertar  en el camastro bajo el leve mosquitero, de nuevo me encontraba entre inquilinos de una pobre barriada de pueblo del caribe. No quedaban rastros de la guerra ni de las mujeres de túnicas rojas, pero podría jurar que aún había en mi almohada un ramillete de fuego: guedejas de alguna desconocida Helena.
                                                                                 Juan Manuel Roca 
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En su 2a. etapa, provisional, publican y difunden 
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