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LA MÁQUINA DE CANTAR
Colección de juegos literarios del profesor Rubén
Quirogas
del poeta Robinson Quintero Ossa
Aguijón Editores. Septiembre 2015
No queremos estar tristes
Es demasiado fácil
Es demasiado tonto
Es demasiado cómodo
Hay ocasiones en que con demasiada frecuencia
no es muy difícil que digamos
todo el mundo está triste
No queremos más estar tristes
Del poeta transiberiano Blaise Cendrars
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Del poeta transiberiano Blaise Cendrars
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14.5 x 21.2 x 1.2 cms. Páginas. 200
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Robinson Quintero Ossa
Caramanta, Antioquia, 1959. Poeta,
ensayista y periodista literario. Licenciado en Comunicación Social y
Periodismo por la Universidad Externado de Colombia. Libros de poemas: De
viaje (1994), Hay que cantar (1998) y La poesía es un viaje
(2004). Ediciones Catapulta publicó en 2006 su breve antología de oficios El
poeta es quien más tiene que hacer al levantarse, y la Universidad
Externado de Colombia, en 2013, en su colección «Un libro por centavos», la
selección de poemas Los días son dioses. Textos de investigación
literaria: Catálogo José Asunción Silva 1896-1996 (Banco de la
República, 1996) y compilación de Colombia en la poesía colombiana: los poemas cuentan la historia (Letra a Letra, 2010), que mereció en 2010 el
Premio Literaturas del Bicentenario del Ministerio de Cultura. Obras de ensayo:
«Un panorama de las tres últimas décadas», junto a Luis Germán Sierra, para el
libro Historia de la poesía colombiana (Casa Silva, 2009) y Libro de los enemigos (Letra a Letra, 2013) -Premio de Ensayo Ciudad de Medellín
2012-. Libros de periodismo literario: 13 entrevistas a 13 poemas colombianos [& una conversación imaginaria] (Fundación Domingo
Atrasado, 2008; Letra a Letra, 2014) y El país imaginado: 37 poetas responden (Letra a Letra, 2012). Junto al poeta Fernando Linero conforma el
grupo musical El poeta canta dos veces.
Más información: https://lamaquinadecantar.wordpress.com/autor/
https://lamaquinadecantar.wordpress.com/
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La
máquina de cantar reúne 21 juegos de
meditación y esparcimiento con poemas, prosas breves, imágenes, acertijos y
otros divertimentos. Las tramas de sus distracciones juegan con la
informalidad, el absurdo, lo impensado y lo inexistente, y en nada parecen
entretenimientos de cartillas comunes.
El libro va dirigido a profesores y estudiantes de
literatura, integrantes de clubes de lectura y talleres literarios, padres de
familia y lectores curiosos de la poesía y el juego.
El libro está a disposición de los lectores en las
principales librerías del país o directamente a través de la Fundación El
Aguijón. (PVP: $35.000).
Fundación El Aguijón
533 7953, 3143 694 705 (Bogotá), 310 558 0980 (Medellín)
A los usuarios
de La máquina de cantar
de La máquina de cantar
Las siguientes páginas
son una réplica del cuaderno de pasatiempos literarios del profesor Rubén
Quirogas, que debidamente copié, no con la puntualidad que quisiera, en mis
libretas de estudiante de liceo durante las clases de Español que el animoso
ilustrador, para mi gracia, me dictó por varios años. Son ejercicios de
meditación y esparcimiento con poemas, prosas breves, imágenes, acertijos y
otros divertimentos que el maestro parecía haber coleccionado en el largo
recorrido de su oficio. Las tramas de estas distracciones juegan con la
informalidad, el absurdo, lo impensado y lo inexistente, y en nada parecen
entretenimientos de cartillas comunes. Abandoné las aulas de colegio y nada
volví a saber del estimado Rubén Quirogas. Conservo, eso sí, como tesoro
invaluable, esta reproducción de su maravilloso cuaderno de recreos, que el
profesor tituló La máquina de cantar.
Relato para ustedes, curiosos de la poesía y el juego, su pensamiento e
imaginario.
Robinson Quintero Ossa
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Sobre
el cuaderno
«La máquina de cantar»
del profesor Rubén Quirogas
«La máquina de cantar»
del profesor Rubén Quirogas
Por Robinson Quintero Ossa
Hará algún tiempo le conté a mi amigo Horacio Benavides
sobre La máquina de cantar y éste,
curioso como de costumbre, me dijo que le gustaría conocer el mecanismo, las
funciones y el manejo de tal artefacto melodioso. Para aclarar las inquietudes
de este poeta de madrigales y adivinanzas –inquietudes que me han transmitido
escritores y lectores que han conocido fragmentos de su repertorio–, comenzaré
por aclarar a Horacio y demás interesados el origen del nombre de este traga
níquel sonoro.
Cuenta
Quirogas, al presentar La máquina de
cantar en el aula, que en un pasaje del libro Juan de Mairena, de Antonio Machado, sucede una divertida
conversación entre el profesor Mairena y el poeta Jorge Meneses, la cual gira
en torno a la invención de una inusual máquina de trovar. Sí, ¡máquina de
trovar! Les pido, bienvenidos lectores, si gozan de buen tiempo, que sigan con
atención el diálogo, si conocer desean el origen del nombre de este ingenio melódico.
Mairena: […] Pero usted, ¿no cree en una posible lírica
intelectual?
Meneses: Me parece tan absurda como una geometría sentimental o un
álgebra emotiva. Tal vez sea ésta la hazaña de los epígonos del simbolismo
francés. Ya Mallarmé llevaba dentro el negro catedrático capaz de intentarla.
Pero este camino no lleva a ninguna parte.
Mairena: ¿Qué hacer, Meneses?
Meneses: Esperar a los nuevos valores. Entre tanto, como
pasatiempo, simple juguete, yo pongo en marcha mi aristón poético o máquina de trovar. Mi modesto aparato no
pretende sustituir ni suplantar al poeta (aunque puede con ventaja suplir al
maestro de retórica), sino registrar de una manera objetiva el estado emotivo,
sentimental, de un grupo humano, más o menos nutrido, como un termómetro registra
la temperatura o un barómetro la presión atmosférica.
Mairena: ¿Cuantitativamente?
Meneses: No. Mi artificio no registra en cifras, no traduce a
lenguaje cuantitativo la lírica ambiente, sino que nos da su expresión
objetiva, completamente desindividualizada, en un soneto, madrigal, jácara o
letrilla que el aparato compone y recita con asombro y aplauso de la
concurrencia. La canción que el aparato produce la reconocen por suya todos
cuantos la escuchan, aunque ninguno, en verdad, hubiera sido capaz de
componerla. Es la canción del grupo humano, ante el cual el aparato funciona
[…]
Citado
esto, queridos amigos, dejo claro que el profesor Rubén Quirogas no tiene la
patente de la autoría intelectual y artística de su «aristón poético»; nunca
quiso, además, endosarla. En realidad, todo crédito se le debe a la nombradía
personal y literaria de Antonio Machado. El artilugio del profesor Quirogas, su
juguete de repertorios literarios y otros esparcimientos, es una recreación o
reinvención del trebejo genuino, que en todo se debe a la imaginería de Antonio
Machado y de sus autorretratos.
•
Para ilustración de mi amigo Horacio Benavides, y de los
lectores y escritores que sienten curiosidad por conocer los mecanismos y
talentos de La máquina de cantar, transcribo
ahora las palabras con que el animoso profesor Quirogas describe su remozado
invento:
Mi Máquina de cantar,
como cualquier otro artefacto de índole similar, es un conjunto de aparatos que
combinados reciben energía y la transforman y restituyen en energía más óptima
(véase el Diccionario de la lengua
española). Figurando el significado anterior, mi artilugio es un conjunto
de elementos (tono, lenguaje, música, plástica y sentidos) que armonizados
reciben estímulo y lo transforman y restituyen en estímulo renovado, en gracia
del usuario.
Añadido
de distintas piezas que ordenadas, unas y otras, destinan su funcionamiento a
la formación de un todo, La máquina de
cantar propende porque el usuario tenga comprensión de las partes que
componen una pieza artística, de tal forma que después de aprehenderlas pueda
recrearlas con mejor acierto y fortuna en sus propias invenciones, si
inspiración asiste.
Los
mecanismos del armonio criollo del profesor Quirogas y los del español de
Machado-Meneses tienen diferencias; sin embargo, ambos diseños cumplen la
función común e invariable prevista por este último: «Entretener a las masas e
iniciarlas en la expresión de su propio sentir».
Dice
también Quirogas –según copié en mi libreta de estudiante– sobre su Máquina de cantar:
El principio que anima mi dispensador de lúdicas literarias
está inspirado en un pasaje del Homo
ludens, de Johan Huizinga. Este deja escrito que antes de la cultura existió el juego, antes del homo-faber –el hombre que hace– y del homo-sapiens –el hombre que piensa–
existió el hombre que juega, el homo-ludens.
Huizinga sostiene que las civilizaciones son producto de la curiosidad, de la
imaginación, del espíritu que juega y repite su juego indefinidamente.
Así,
con mi Máquina de cantar, quienes juegan
aprenden sin saber que aprenden (mi máquina, cuando regala un poema, no empieza
por enseñar las reglas para escribir poemas). Aprenden sin saber que aprenden,
por ejemplo, el conocimiento de las artes gramaticales y estilísticas y, lo que
es vital, el afecto por la lectura y la relectura, por la escritura y la
reescritura, que no son otra cosa que la voluntad y el gusto por pensar con
orden, con belleza y juicio, con emoción y criterio.
Y
a propósito de lo que el profesor Rubén Quirogas piensa sobre la poesía cuando
habla de su Máquina de cantar,
alcancé a copiar en mi libreta:
El artefacto melodioso que presento a ustedes fue animado
por la siguiente idea: la poesía es lo común a todas las artes, y no sólo al
poema, como general y desdeñosamente se cree. Un cuadro es un poema pintado,
viejo ejemplo, cita el poeta Jaime Jaramillo Escobar. Pero esta idea entiende
también, aunque parezca desmedido lo que aviso, que las producciones
resultantes de labores científicas y de otras profesiones, si son creadas con
imaginación y amor, pueden ser asimismo hallazgos poéticos.
Les
pregunto: ¿Un zapato, una mesa, un estilógrafo, una lámpara, un jarrón, un
reloj, además de una satisfacción práctica, no nos procuran una revelación
estética? ¿Acaso no es bello un objeto salido de fábrica, tanto porque lo
parece como porque en realidad lo es: un avión, una bicicleta, un automóvil, un
libro, un microchip (esa joya del haikú moderno)?
Quirogas
sustenta su hipótesis con palabras de la siempre citada por sus afectos, la
poeta polaca Wisława Szymborska, Premio Nobel en 1996:
Hay, ha habido y seguirá habiendo cierto
grupo de personas a las que toca la inspiración. Son todos aquellos que
conscientemente eligen su trabajo y lo realizan con amor e imaginación. Se
encuentran médicos así, y pedagogos, y jardineros, y otros en cien profesiones
más.
Mi dispositivo contiene, debidamente
almacenados, repertorios en los que las artes plásticas, sonoras y de otras
aptitudes, combinadas con las literarias, conforman un muestrario rico y
diverso para quien hace uso de sus ingenios.
•
Transcribo ahora apartes de la clase en la que Rubén
Quirogas explica el funcionamiento de La
máquina de cantar:
Diferentes partes forman el todo de La máquina de cantar. Una sección contiene ejercicios de
escritura, otra de lectura, una parte más juegos con poemas visuales y láminas
de pinturas y tomas fotográficas, y otra adicional, repertorios diversos.
Este
variopinto contenido despliega piezas de todo estilo: satíricas y humorísticas,
amorosas y de desamor, elogiosas de los oficios, las ciencias y las artes, la
naturaleza, la infancia y la amistad, y composiciones que reflexionan sobre el
miedo, la angustia, la depresión y la desesperanza, el erotismo, los mitos y la
correspondencia vida-muerte.
•
Y así, efectivamente, funcionaba en el aula, ante el
regocijo de los alumnos, si bien recuerdo, todos los viernes en el feliz
horario de la tarde, antes de salir a la vacancia de fin de semana, la mentada Máquina de cantar. Los asistentes
elegíamos el juego, nunca su operador. Cada juego venía oculto en una carpeta
plástica que contenía un sobre de papel manila que ocultaba a su vez el
ejercicio escogido. De esto decía Quirogas:
Mi máquina es afinada por la adivinanza y el acertijo. Su
funcionamiento busca estimular la curiosidad desde el misterio y la aventura de
la revelación. El enigma y el vaticinio mueven todas sus partes. Una
metodología contraria es muy probable que se robe el asombro.
En
cada carpeta sellada el alumno leía, destacado, el título de la actividad, por
ejemplo: «La letra con risa entra», «Galería arbitraria» o «Pintar un
imposible». Podíamos encontrarnos con un poema del que habían huido las
palabras y era preciso completar, con la invitación a crear objetos
fantásticos, o se nos motivaba para crear un diccionario personal y
misterioso... cada reto, por supuesto, suponía una atracción casi magnética.
•
En la primera página del cuaderno de La máquina de cantar del profesor Rubén Quirogas resaltaba como
epígrafe –con letra de su mano, pareja y redonda–, el poema que cito a
continuación, del poeta transiberiano Blaise Cendrars:
No
queremos estar tristes
Es
demasiado fácil
Es
demasiado tonto
Es
demasiado cómodo
Hay
ocasiones en que con demasiada frecuencia
no
es muy difícil que digamos
todo
el mundo está triste
No
queremos más estar tristes
Era
costumbre del entusiasta profesor, antes de dar inicio a sus juegos, leer estos
versos en voz alta para transmitirnos su lúcida y poderosa energía.
Contenido
A
los usuarios de La máquina de cantar
—9—
Sobre
el cuaderno La máquina de cantar
del profesor Rubén Quirogas
del profesor Rubén Quirogas
por Robinson Quintero
Ossa
—10—
•
La máquina de cantar
Colección de juegos
literarios del profesor Rubén Quirogas
i
La
casa, estado del alma
—22—
ii
Un
Catálogo de objetos imposibles
—38—
iii
Poema
con colegiala
—48—
iv
Las
noticias verdaderamente nuevas están en los poemas
—54—
v
Los
poemas pierden la cabeza
—60—
vi
Diccionario
de palabras imaginarias
—66—
vii
Poema
con pesquisa: ¿quién es el culpable?
—76—
viii
El
poema es según lo que pinta
—82—
ix
La
letra con risa entra
o la poesía llama / la poesía, llama
o la poesía llama / la poesía, llama
—88—
x
Siete
poemas, siete acertijos
—100—
xi
Reescribiendo
a Carlos Drummond de Andrade
—106—
xii
Un
epigrama para la poesía
—112—
xiii
El
diccionario personal
—118—
xiv
Un
poeta es un trabajador a quien nunca se ve trabajar
—126—
xv
El
poema suena
—134—
xvi
Me
río de la muerte
—142—
xvii
La
operamada
—148—
xviii
Galería
arbitraria
—154—
xix
¡Anima
al animal!
—164—
xx
Pintar
un imposible
—172—
xxi
El
poema en la vida real
—180—
•
La máquina de cantar:
colección de juegos literarios del
profesor Rubén Quirogas
de
Robinson Quintero Ossa
Por Fernando
Linero
La Máquina de cantar es un extraño aparato, invento de un
tal Rubén Quintero, o acaso de un tal Robinson Quirogas. Este artificio nos
ayuda a procesar palabras, de esas que todos llevamos adosadas a nuestro modo
de ser, de esas que nos constituyen. Después de accionada, de ella surgen
entidades tales como poemas, acertijos, adivinanzas, ocurrencias que nos ayudan
a sortear la vida. Usarla es lo mismo que ponerse en contacto con el mundo del
poema; el individuo sabe que después de operada, su correspondiente territorio en
el universo gana mayor consistencia, que a su visión de las cosas se suma un
toque de luz.
Cuando
nos acercamos al libro es inevitable no remitirse a ese texto pedagógico que
tanta ascendencia tuvo sobre mis contemporáneos, El ABC de la lectura de Ezra Pound, a quien Eliot llamaba el mejor artesano y del cual Yeats decía
que tenía la rara habilidad de abrir puertas. Creo que es eso precisamente lo
que hace Robinson Quintero Ossa con esta obra: abrirnos puertas con un manual
que sin atarnos al papel de sujetos pasivos –gracias al carácter de las
dinámicas que nos muestra–, puede leerse, como nos dice Pound, “con placer y
con provecho por parte de quienes estudian, por parte de quienes ya no
estudian, por parte de quienes nunca han estado en la universidad, o por parte
de esos que pudieron aguantar todo lo que aguantó mi generación”.
Ya
en el siglo VIII a. C. el poeta griego arcaico Hesíodo había escrito los dos
primeros poemas didácticos de la literatura occidental, La teogonía y Los trabajos y
los días, poesía rural que formula toda una perspectiva del mundo con un temperamento
manifiestamente didáctico. No hay que olvidar que a diferencia de hoy en día,
para los antiguos el verso era sobre todo un procedimiento mnemotécnico y
educativo. Por otro lado existe una poesía didáctica latina cuyo propósito final
no consiste precisamente en allanar el afán de enseñar y aprender, sino el de instaurar
emociones artísticas que faciliten el deleite por igual y a la vez el goce de la
Poesía y la cultura. A esta corriente pertenecen Ovidio, Virgilio y Horacio
entre otros.
Creo
que la Poesía, a diferencia de otros géneros, ofrece más dificultades al
momento de llevarla al aula de clases, acaso porque se la ve como algo rígido,
intocable. Se olvida el fuerte vínculo que existe entre Poesía y lúdica, que es
lo que Quirogas (O Quintero) nos resalta en La
máquina de cantar. La lúdica permite un uso impertinente de la lengua (como
pide la Poesía) que provoca un alejamiento saludable de la lógica impuesta en
la que cotidianamente nos desenvolvemos.
La máquina de cantar es un libro que toca ese tema, poco
frecuentado, de las relaciones entre Poesía, Pedagogía y sociedad. Con una
mirada que está en oposición a la de aquellos que creen que la Poesía no es un
asunto que se pueda generalizar, nos invita a una aproximación amable, a una
familiaridad amistosa con su territorio, recordándonos de paso que ella puede
desprenderse de cualquier cosa, porque todo oculta un secreto, porque todo en
el fondo es sagrado.
Los
invito a jugar con esta esta maravillosa máquina.
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“Enetecear” de AÑO NUEVO
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