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"Merodeos en la casa del señor Rimbaud"
14.0 x 21.5 x 0.6 cms. Páginas: 46. Octubre 2016
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El poeta camina entre los árboles
A manera de prólogo
Por Albeiro Montoya Guiral
La ciudad amanece más fría que nunca,
la cruzo en todo su esplendor y duelen las imágenes que pasan porque son un
contraste entre la infancia y la desolación. Los pasajeros de la vida están
enfermos de mal humor, los corroe, los descarna como si fueran tristes y
malolientes animales que fueran arrancados del sueño y puestos de súbito en la
mesa de este día para ser engullidos por el tiempo. A traspiés entre una
estrella sola, entre la orfandad y la premura, van pasando y en medio, aferrado
al recuerdo, campesino cuya vida está ambientada por Joy Division y no por la
guabina, logro sobrevivir.
Desciendo frente a la Universidad
Nacional, profano su espacio de luz con mis pasos cansados, voy despacio,
cadillos pegados a la memoria, un cigarrillo consumiéndose en los labios, los
árboles pasan, se yerguen los edificios centenarios, titilan los grafitis, todo
un país digno representado en los estudiantes, en las muchachas cuyas blusas
tienen todas las flores colombianas, se acelera para entrar en la historia. Una
mujer delgada con un niño de la mano me sigue recordando a mi madre, imagen de
la derrota que a tantos kilómetros del ayer sigue apareciendo. La infancia se
pierde cada día. Le fastidia mi triste figura, le doy paso al olvido.
Surge un césped acariciado por el tibio
sol de la mañana, dos árboles se miran frente a frente; hay una banca de parque
traspuesta y raída, y otra, entera, y sentado en ella, como si fuera el punto de encuentro de un paraguas y una
máquina de escribir en la mesa de disección de la mañana, dormido, se encuentra el poeta. Duermen en su
memoria los pájaros, sé de usted porque hasta mi rancho de bahareque llegaban sus
versos de País secreto, porque mi
abuelo iba a buscar el antídoto contra el desamparo y la muerte en su Farmacia del ángel. Juan Manuel Roca
sentado en la banca como si fuera sacado de una pintura de Magritte. Hombre con
sombrero, maletín y pájaros; hombre sin jaula en el pecho. Señor de la anarquía
vital cuya palabra no conoce el óxido, me place saludarlo. Vine desde la
montaña a escucharlo, no sé nada de la poesía y usted, que la ha vivido, podría
describirme el interior de la casa de Rimbaud.
El poeta despierta y me mira. Su
respuesta es la amabilidad; amistad es el nombre que trazan sus manos en el
aire. Desde conocerlo uno ya no saldrá de su palabra, va a vivir en sus versos,
en su obstinación en la belleza. Cuenta que ha olvidado cuántos árboles ha
sembrado por el camino para llegar a su casa, y que cuando lo hacía imaginaba
los pájaros que vendrían desde el sueño a habitar sus ramas. Cuenta que hizo
sonar timbres en la infancia, y que trabajó en un lugar donde, años después, se
escuchaba el eco de la risa de Tejada.
Una vez durmió por años mientras en una
novela llovía de un modo interminable. En el sueño Oscar Milosz se preparaba un
té negro y al sorberlo se escuchaba un rumor de antiguas alas. «Todos somos
extranjeros en el sueño», le dijo. Se oía jugar a un grupo de niños ciegos.
Nunca se termina de despertar, como nunca se va a franquear la lealtad, la
única premisa de su vida; como nunca va a entrar un perro en uno de sus poemas.
El poeta sabe que Silva y Trakl se
encontraron en la poesía para conversar de sus hermanas. Sabe que Gonzalo Rojas
nunca ha muerto, que Jorge Boccanera tiene las palabras siempre perfectas, que
Rodríguez Tosca fue más colombiano que todos los colombianos juntos. Sabe el
poeta del clamor de Medellín, pero prefiere la amargura de Bogotá porque sabe
florecer.
Y así el día se agota y vuelve a nacer,
el día es la vida en que un muchacho venido del Eje Cafetero se sienta en el césped
a escuchar a su maestro. Juan Manuel Roca lleva toda su vida merodeando en la
casa del señor Rimbaud, y ha encontrado las claves allí para construir la suya:
la palabra. Infinita es su casa, y está puesta la mesa para todos. Asómense a
la ventana, toda la poesía colombiana reside allí. Toquen a su puerta; los
atenderá un hombre que es la poesía, un iluminado, un verdadero anarquista, un
niño que no envejece. El Poeta.
Albeiro Montoya Guiral
Bogotá, 21 de septiembre de 2016
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Contacto,
Albeiro Montoya Guiral
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Ataraxia son artesanales, llevan papel ecológico y reciclado y van con
ilustraciones propias de la editorial.
Por el momento tiene los títulos de poemas:
-Una vida en una noche. Edición colombiana,
Albeiro Montoya Guiral
-Merodeos en la casa del señor Rimbaud, Juan Manuel
Roca
-Poeta en Nueva York, Federico García Lorca
-Revista Literariedad, primera edición impresa
Próximamente:
Alberto Caeiro, Poesía Completa (Traducción de Ataraxia)
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