Primera edición impresa: Cali, Colombia, Diciembre 2018
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Médico de la Universidad del Cauca.
Anestesiólogo de la Universidad del Valle.
Ha sido Director del Taller de Poesía El Palabreo de la Universidad Santiago de Cali *.
Publicaciones: A la espera del alba, Relatos, 1995; Mirada de sombras, poemas, 2001; Entre el mar y el olvido, poemas, 2005; Golpes bajos en los años altos, Relatos, 2013.
En el 2011 su poema “Morada de niebla” fue premiado por la Casa de Poesía Silva en la convocatoria: “La poesía como una casa”
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DE : Eduardo
Botero
Para: Rafael
Escobar De Andreis
https://www.facebook.com/eduardo.botero.146/posts/291934431835912
¿Por
qué una carta? Porque estamos separados por el encierro y las
cartas se inventaron para acortar distancias...
DÍA 28 DE MAYO, 2020
Querido Rafa:
Recién ingresado en el
denominado grupo de la tercera edad, grupo al que tu perteneces hace más tiempo
que yo, y, conociendo tu protesta contra la obligada cuarentena a que estamos
sometidos en todos los escenarios diseñados por las diversas posturas políticas
y sanitarias que dominan la coyuntura, he considerado pertinente escribirte
esta carta. Adicionalmente porque me has
enviado tu último libro y quisiera no cometer la grosería de malograr
semejante honor con mi silencio.
En forma
Vital y constante trotador, /
no temas cometer el error/ de la mujer de Lot. / Si algo te pudiera asustar/ no
sería la estatua de sal/ en que puedas convertirte;/ sino la visión misma/ de
la muerte, que fiel a tu ritmo/ también se entrena.
¡Y yo que me he propuesto en esta
cuarentena ponerme -ahora sí en serio- a trotar! Estoy caminando todos los días
más que un mendigo, más que un perro con tres pelotas. Con este poema tuyo te
declaro poeta maldito. ¡Y yo que me tragué el cuento de que eras depresivo! Si
te leo ahora despotricando contra la prohibición de salir, implacable con
nosotros, los viejos. Esto no es lenguaje de deprimido, todo lo contrario, es
lenguaje de alguien que gusta del sol y de la deambulación libre. Los
deprimidos se encierran en la doble cárcel de su habitación y de sus
autorreproches sádicos. Los deseosos de vivir salen a la luz con luz propia,
sin afán de predicar hábitos saludables ni nada de esas cosas con las que la
medicina volvió a ser una pastoral más.
Vulnerabilidad, necesidades
básicas, depresión, manía, todas son palabras que quiere el Amo imponer para
velar que estamos en-vejez-siendo, es decir, que no dejamos de ser y no
deploramos en-vejez-ser. Lo celebramos porque nadie nos quita lo bailado y
llegar a la senectud tomados por inquietudes estéticas e intelectuales de
amplio orden y de mejor desorden.
Entre otras cosas porque
siempre nos ha gustado leer y pensar sin sentirnos obligados a hacerlo para
presentar un examen. Desde el segundo o tercer examen de conciencia que hicimos
en la vida, cuando descubrimos que bastaba repetir como jaculatorias el
inventario de faltas cometidas, sobre todo las eróticas, accedimos al verdadero
uso de razón. Una razón de a puño que comenzaría a carcomernos de ahí en
adelante: los demás querían que juráramos que hacíamos la primera comunión
sobre todo por el hecho de recibir a Jesús en nuestro corazón. Un riesgo se
avizoraba: podíamos, con esa habilidad para encubrir las verdaderas
intenciones, dar nacimiento a la vocación de curas.
Supieras cómo fue en mi caso.
Yo hice la primera comunión en 1962. Creo que recé tanto por la salvación de
Colombia y en favor de los niños de Cuba que los curas nos decían se llevaban
para Rusia a donde se los iban a comer… Recé tanto que cumplí con el número de
rezos que supuestamente se exige a todo creyente inventariar al final de su
vida. Pedía al buen Dios que oyera a sus curas clamando contra la atrevida
acción de rusos deseosos de comer niño cubano. ¿Quién iba a pensar, en ese
entonces, que los que se estaban comiendo a los niños no eran los rusos?
Mira tú, la vejez nos ha
servido para corregir la equivocada idea que tuvimos entonces y aunque ese
descubrimiento no ha sido agradable (no es agradable escuchar tantas historias
de niños y de niñas sometidos a abusos por personas en quienes habían
depositado afecto y confianza), por lo menos salimos de un error al que fuimos
inducidos entonces.
Para algo sirve llegar a viejo,
Rafa. Y apelo a tu protesta contra la cuarentena que nos elige objeto
invariable de todos los que ocupan algún puesto de responsabilidad en esta
pandemia.
Pero como en tu poema dices:
“la muerte, que fiel a tu ritmo/ también se entrena.”
Porque venimos de un espíritu
de época que entronizó una ilusión como realidad deseable: la de que era
posible morir aliviados. Los ideales de eterna juventud, la práctica de
ejercicio, el cuidado de los hábitos saludables, etc. son subsidiarios de esa
realidad imposible pero deseada. La muerte siempre era ajena: en los campos, en
los suburbios, en la pobreza, en los enfermos… Nos habíamos acostumbrado
también a los catarros, no desconfiábamos intensamente por la cercanía de
alguien agripado y seguíamos el curso de nuestras vidas cotidianas confiados en
que nuestras defensas, estimuladas por toda clase de remedios que tomábamos para
fortalecerlas y por la buena nutrición, nos protegían de manera invencible.
Con eso y todo, tal vez porque
alguna vez asistimos a la conferencia de Gonzalo Canal Ramírez, a quien invitó
Víctor Salamanca para promocionar su libro ENVEJECER NO ES DETERIORARSE en las
páginas del Magazín Asomeva, y tal vez porque fuimos siendo viejos sin enfermar
gravemente por serlo, nos sentimos favorecidos al ser en la vejez lúcidos y
deseosos de continuar disfrutando de los oasis estéticos e intelectuales que
brinda este desierto llamado mundo actual.
Y porque sabemos, con Ciorán y
con otros, que la muerte es ineluctable. Que la principal causa de muerte es la
de estar enfermos de vida. Y que esta panza que nos sale (a mí, a vos no) puede
ser debidamente acariciada cuando nuestro espíritu toma la vía del recuerdo y
de felicidad con lo vivido, incluidos los errores. Si no pensáramos a diario en
la muerte, Rafa, estaríamos ya muertos. Y no en la muerte de otros sino en la
propia. La definitiva porque sabemos que ya hemos muerto muchas veces: como
bebés, como niños, como bachilleres, como graduandos, como solteros, como
casados, otra vez como solteros, otra vez como casados, y así…
Y, mientras tanto:
Descartes mejorado
No te basta con pensar que
piensas/ ni con sentir el tic-tac detrás del pecho/ ni siquiera con saber que
aún la sangre/ fluye libre como el curso de un río. / Cada tres meses debes ir
ante un Notario/ y decirle: Aquí estoy, soy yo, todavía vivo, / y refrendar tus
palabras con un dedo. /Él firma una vez más solemnemente/ tu nueva visa, tu
viaje a la existencia.
Su Majestad del Poder, el
biopoder: es el Notario, Rafa, no la vida misma, el que certifica que estás
vivo. ¿Para qué? Para que el Fondo Monetario Internacional sepa que todavía
sigues siendo una carga. Pues ¿qué otra lógica tendría ese acto notarial? ¿Que
los demás sepan que estás vivo? No. Lo saben, aunque sea para lamentarlo… (vos
también… ¿Tenés esquinas por las que no te atreves a pasar?) Que el censo
electoral no te borre de la inscripción de tu cédula: a lo mejor, en Colombia
los muertos valen para el voto, y mucho, por eso somos cada vez más pueblo
fantasma…
Pero lo que más duele en la
vejez no es otra cosa que la desolación, no la soledad. Y el encierro
obligatorio resulta fatal para quien acostumbra a vivir la vida, a veces en
casa a veces por fuera, pero siempre como resultado de una libre elección.
También la vida es pulsátil, como el corazón del que está vivo y el tic tac de
corazón lo puede también vivir el estar yendo y viniendo, aunque sea sin la
sílaba “se” al final de cada acción.
Y el confinamiento obligatorio
facilita, nos hace proclives no a la soledad sino a la desolación, porque es
obligatoria. Como todo acto autoritario, siempre nos será presentado como por
el bien de nosotros. “Me duele en el alma darte estos correazos, pero más tarde
comprenderás que lo hago por tu bien”. Como si no se nos alborotara la memoria
antigua, Rafa, eso que los clínicos llaman el fenómeno de Ribot: así, más por
cuenta de la ansiedad que del rigor pedagógico, los correazos venían
implacables. Al dolor de la pela se agregaba la obligada sí, pero también
simulada aceptación de recibirla como supremo bien. Porque en esa escena tuvo
origen nuestra relación con la dignidad, Rafa, y aquel que cifra su memoria
solamente en el castigo recibido y olvida que el pensamiento fue territorio de
libertad, aprendiendo a simular que se compartía la también mentirosa
justificación escuchada. Quien no hizo uso de ella o lo hizo y lo olvidó, tenga
neurosis.
Poética
Aunque la materia que moldeas/
no sea siempre sagrada/ y sólo necesites del fuego/ de la pasión para
purificarla; / aunque cada verso imite apenas/ la respiración ritmada que
promete/ juventud eterna; /aunque no produzcas oro, /sino el opaco brillo de
las palabras. /Aunque sólo intentes animar/con tu propia alma que se entrega/
tu labor de amanuense... /Eres un alquimista, /que no posee la piedra
filosofal/ ni ha encontrado el elíxir/ que derrote a la muerte.
Ni oro ni vida eterna. El Dios
de los teólogos es infalible porque es eterno. Si no fuera infalible, el
remordimiento le duraría por toda la eternidad. Ergo: no es masoquista.
Nosotros, si estamos tomados por el remordimiento o por cualquiera de esos
instrumentos mentales que alimentan el masoquismo moral, afortunadamente no
somos infalibles, porque no somos eternos. Sabemos que habrá un momento
favorable para terminar el sufrimiento, si lo ha habido. Con Epicuro, tal vez,
aprendimos que el placer se derivaba del acto mismo y en el recuerdo de ese
acto. Si no era así, era otra cosa. Sin Oro, porque supimos lo que sucedió a
Midas. Si vida eterna, porque lo importante era aprovechar la corta vida con la
que hemos aprendido a apreciar aquellas cosas que pueden obtenerse sin que nos
lleven a la perdición. Por eso nos gusta estar en vejez siendo, Rafa. Y, sobre
todo, para poder apreciar tu poesía de hoy como lo hago con tu libro LA MITAD
OSCURA DE LA ESFERA.
Eduardo
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https://www.facebook.com/eduardo.botero.146/posts/291934431835912?comment_id=291944031834952
Gracias Eduardo por esos
comentarios que por fortuna no son meros elogios sino reflexiones inteligentes
sobre lo que intenté decir y creo que algunas veces lo logré. Yo no me propuse
escribir un libro sobre esa temática que muchos eluden, lo que hice fue reunir
los poemas que tenía sobre la Muerte, agregarle unos nuevos y echarlos a rodar.
Un fuerte abrazo!!
NOTA DE NTC ... (mayo 28, 2020)
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Y a propósito de la VIDA y la
MUERTE:
La COLECCIÓN “VANITAS”,
historia, autores –pintores- y obras
La vanitas es un género artístico que resalta la vacuidad de la vida y
la relevancia de la muerte como fin de los placeres mundanos. Se considera un
subgénero del bodegón o naturaleza muerta, por lo general de alto valor
simbólico y alegórico. Es un término latino (vanĭtas) que significa vanidad (de
vanus, «vacío»), entendida no como soberbia u orgullo sino en el sentido de
futilidad, insignificancia, fragilidad de la vida, brevedad de la existencia.
Sigue en:
https://es.wikipedia.org/wiki/Vanitas
“Vanitas”,
por Simon Renard de Saint-André (París,
1613-ibidem, 13 de septiembre de 1677), pintor y grabador francés.
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