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.La luz endeble
Monique Facuseh
Poemas
Sílaba Editorial, Medellín, Colombia
Septiembre 2025
Formato : 14 x 21.5 cm. Páginas: 142
PRÓLOGO por Yirama Castaño Güiza
POEMAS (Muetra)
Viene y complementación de
NTC ... 25 de octubre de 2025
PRÓLOGO
Hay quienes llevan un murmullo todo el tiempo
Junio 3 de 2025
No es la primera vez que me detengo ante la poesía de Monique Facuseh,
la poeta samaria, la que carga en su caminar la “rareza del desierto”, la que lleva
consigo el mar en cada paso, la que se extiende en su paisaje y con la misma
avidez se repliega hasta el más recóndito de sus espacios. “Mi cuerpo fue un templo al que entraba de
rodillas”.
La poeta con su voz de notas musicales, con sus pausas, tonos y entre
tonos, con sus lejanías, con esa partitura que la acompaña cada día, y que por
alguna razón me refiere a ese “contacto silencioso”, descrito por
Claudia Masín: “Yo te dije que lo único que se parece a la música es tocar y
ser tocado”.
Si, leo aquí a Monique, la caminante que despierta antes del alba, y en
la que siempre habitan las palabras, como pájaros:
Los pájaros llevan el bosque en sus alas
pero nadie lo ve.
Pasan chirriando en bandada como locos
desaforados buscando su lugar.
No están perdidos, sólo gritan su arenga.
Llevan el árbol como una prolongación
de su existencia.
Basta mirarlo en el verde de su pelambre.
Sé que llevan el árbol, llevan el río,
pero nadie lo escucha, nadie lo ve.
Es el bosque quien por ellos habla.
¿Qué formas, qué
sonidos, qué imágenes se deslizan en el pensamiento? ¿Qué altura se alcanza con
las heridas que “permanecen en reposo como alas de mariposa?” Como se lo
preguntaba Audre Lord “¿Qué palabras son ésas que todavía no pronunciamos?
¿Qué necesitas decir? ¿A qué tiranías te sometes día tras día, tratando
de hacerlas tuyas, hasta asfixiarte y morir por ellas?”. Es esa la mano que
resiste, el lapiz que apunta al papel y se subleva ante lo que otros han
borrado o pretenden suprimir.
Llego corriendo a escribir mi silencio.
Silencios como migas de pan cayendo.
Silencios de blancas y negras,
de puestas de sol.
Silencios que duran toda la vida,
toda la muerte.
Silencios de talla mayor.
Incoherentes, indescifrables
para que otro los sufra.
Premeditados, irracionales,
discapacitantes, prolongados
como un calderón,
como estocada de puñal.
Silencios tan letales como la mudez de Dios.
¿De qué extraña materia está hecho ese territorio del que nos habla
Monique Facuseh en La Luz endeble, su décimo libro de poemas? Ese
almario donde se encuentran las letras, esa inmensidad tan propia,-como
la definiera Gastón Bachelard, esa caja de resonancia en el pecho, “esas formas del silencio”, desde las cuales la poeta escribe y que tanto incomodan
a quienes apenas escuchan a las mujeres decir.
Desde este rincón del mundo escribo.
-sin mesa ni mantel-
Quién podrá escucharme tan minúscula.
Quién detrás del telón inexistente aguarda.
Le escribo a tantas cosas
y tantas otras que me faltan,
porque la vida no termina en nosotros,
porque cada día es una emoción
y distinta nuestra forma de mirarla,
como el perro que olisquea el hueso del hambre.
Desde la introspección y sin temor al dolor que sobreviene en cada
línea, la autora habla de pérdidas que como las piedras van siendo erosionadas
por la lluvia y el viento. “A veces
sueño con mis muertos”. Ausencias tocadas por el hielo, dispersas, vueltas
arcilla, arena y sedimento.
En su trayecto
la hoja se va despidiendo.
Ya no pesa.
Ya de nada se sostiene.
Abatida y moribunda
se desgonza.
Larga su aliento
en la hora última,
la más leve.
Oscura ya sobre la tierra.
Corpósculos de la piel, puestos allí con todo cuidado, para detectar las
vibraciones, la presión del tiempo, la temperatura, los extremos. Grietas,
quebraduras del cuerpo. La misma acción de la escritura, el cántaro del que nos
habla Ida Vitale: “La poesía es la intimidad que coincide con la intimidad
de otros”.
De alguna manera,
yo admiraba a mi padre.
Me sentía orgullosa de su parentesco,
lo imitaba sin saber.
Hasta que abrí los ojos
en los ojos de mi madre.
A veces también el oficio se instala en su escritura como una urgencia: “No tengo miedo de la simpleza de las palabras/
deslizándose libres por mi boca”; como un acto de fe: “El cielo del papel, la música del aire”; una autorrevelación: Para aquél que muere de sed y sabe que le espera el agua”.
Facuseh
habla de la muerte, pero también del miedo, del exilio, la orfandad y el deseo,
del arte y su belleza, guardada la distancia, fuera del cuarto oscuro, donde lo
observado se transforma.
Alrededor de la lámpara
van cautivos los insectos.
Lelos, enamorados,
no saben de otra miel,
no lo pueden evitar.
Una y otra vez se enfilan
hacia la luz, su único destino,
buscando las laderas del deseo.
Arden en nombre del amor.
Qué sensual es la luz.
Cómo nos embosca su brillo.
Cómo nos vencen sus latigazos.
Podría considerarse la suya, una poética de
la experiencia, un “regreso a la soledad, a la morada infinita”, un hacer propio, un vivir en un espacio habitado por
ella, pero construído a partir de la polifonía de voces que la atraviesan, que
la iluminan, que vienen de atrás, de todos los tiempos, en contravía de los
meses que avanzan como agujas del mismo reloj. Voces titilantes, murmullos en cada
instante.
Yirama Castaño Güiza
Junio 3 de 2025
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POEMAS
Muestra
LA LUZ ENDEBLE
MONIQUE FACUSEH
CORTEJO
Alrededor de la lámpara
van cautivos los insectos.
Lelos, enamorados,
no saben de otra miel,
no lo pueden evitar.
Una y otra vez se enfilan
hacia la luz, su único destino,
buscando las laderas del deseo.
Arden en nombre del amor.
Qué sensual es la luz.
Cómo nos embosca su brillo.
Cómo nos vencen sus latigazos.
LA CASA
A Fabio
Morabito
A ellos que ya
no están
A nosotros sus
huérfanos
Se ha ido quedando a oscuras la casa.
Sus pilares más robustos han caído.
Otros muros aún quedan por caer,
por la inercia del tiempo,
la costumbre de hacerse ruina.
Quién sigue ahora.
Qué otra forma terrena nos dejará.
Se ha ido quedando a oscuras la casa
con el polvo de su derrumbe,
con la niebla del desamparo.
Qué luz falta por apagarse.
De qué otra claridad viviremos.
EL MUEBLE
Ahora este vacío.
Años de mirarnos en el mismo sitio,
y a las mismas horas.
Años de mutua compañía,
de hablarnos con sólo vernos,
y de repente, ya no está.
Algo se ha ido.
Algo he perdido.
Me han quitado un pedazo.
Como el muñón que trata de
alcanzar su ausencia.
De vacíos estamos hechos.
Una sola sombra que
no tiene reemplazo.
Un abismo por el que
siempre rodamos.
ACOPIO
Agosto anticipa las hojas,
cierto frenesí.
No es junio quien parte el año
-tampoco era todo como nos dijeron.
Agosto es un río.
Fácil adentrarse en sus
densos humedales.
Avanzamos en la espesura,
en la ebriedad de su errancia,
en el tono menor de su saudade.
Agosto rompe filas, rompe esquemas,
nos mira de reojo.
En la niebla de agosto que se regodea,
el poema es una lámpara.
SENDERO
A Romina Funes
Como un fantasma llega la niebla.
Instantes oscuros nos rodean.
No podemos mirar más allá.
Instantes de no saber,
de no sabernos.
Es la niebla de adentro,
la que se encima.
Esa que está en nosotros,
la que trajimos.
De momentos sale y nos cerca,
nos toma desprevenidos.
Porque eso hace la niebla.
Nos va marcando.
Nos va engullendo.
Desapareciendo.
La niebla es como una culpa,
como un aturdimiento.
Este poema salió de la niebla.
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