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Don Pedro Uribe
William L. Siemens
Editor: Biblioteca Municipal de Tuluá, 1977.
Impresora FERIVA Ltda. 136 páginas. 15.5 x 21.5 x 1.0 cms. Rústica.
Dos ejemplares del libro se encuentran en la Biblioteca Departamental de Cali (CV-C861-U76S)
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Agradecemos al poeta Omar Ortiz Forero, a Luis Fernando Victoria Valderrutén, a Efrain Marmolejo, a Gustavo Álvarez Gardezábal y a Bernardo González White los aportes de la valiosa información y los documentos que aquí publicamos.
Sobre la obra poética del más importante de los juglares de Tuluá, don Pedro Uribe, el crítico norteamericano William L. Siemens elaboró este profundo estudio que hace posible conocer y valorar el aporte literario de su vertiginosa poesía humorística. Gracias al apoyo que en su labor investigativa de varios años le brindó el Senado de la Universidad de West Virginia, en donde es profesor, y la colaboración decidida de la Industria de Licores del Valle que costeó la totalidad de la edición, la Biblioteca Municipal de Tuluá se enorgullece de presentar este primer eslabón de una cadena de estudios científicos sobre el pasado literario de la ciudad y la comarca vallecaucana.
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LOS JUGLARES DE TULUÁ
Por Gustavo Álvarez Gardeazábal.
Muchísimas veces me vi frente a lectores de mis novelas que con
insistencia y asombro me preguntaban sobre las fuentes de información
que pude haber tenido para escrutar y desarrollar temas del legendario
pasado de Tuluá y sus gentes. Muchas más mé pregunté yo mismo, cómo
era posible que anécdotas mínimas, componentes de un realismo mágico
desconcertante, ocurridas hacía más de cincuenta años, las podía seguir
oyendo en lo remoto de un Tuluá moderno, de un Tuluá de calles pavi-
mentadas primero con sangre y después con abandono ilímite. Tuve que
profundizar más en las fuentes de una ciudad ejemplar para cualquier no-
velista y reconocer, eslabón por eslabón, que la capacidad de narrar que
poseemos los tulueños va casi pareja con la absurda capacidad belicosa
que nos acompaña sistemáticamente. Y que si para explicar la tendencia
violenta puede apelarse a la mezcla indómita con el indio pijao, para .la
fluidez narrativa y la conservación de versiones anecdóticas, no había
más remedio que descargarla sobre una tradición.
Pero esta tradición, que corre pareja con un río de aguas basálticas,
incapaz de estar traslúcido, ni era tan remota ni tenia tantas raíces étni-
cas o no comienza siquiera con la independencia. Tampoco con la rebe-
lión de la plebe que a finales del siglo XVIII se dio en Tuluá como opo-
sición racional a los blancos de Buga. Apenas si comienza a dar sus pri-
meras manifestaciones cuando ya la República crece y de los períodos de
la Patria Boba, Colombia se avecina a las guerras civiles, los primeros
antioqueños penetran en la rígida caparazón y se afinca en un Tuluá lle-
no de historias la posibilidad de hacer perdurable la tradición.
Es entonces cuando don Pedro Uribe aparece en el solar nativo del
Calvo Victoria y de Guerrero y entroniza lo que con el tiempo se puede
responsabilizar de la conservación de esa referida tradición: los juglares.
Poetas menores, decimeros, que a falta de temas filosóficos, de implica-
ciones metafísicas, prefirieron guardar en versos lo acaecido hasta con-
vertirse en el periódico que el pueblo no tuvo o en la amplificadora elec-
trónica que sólo 80 años después vendría a reemplazarlos.
Y como cada quien era una voz y un testigo y en función de ello po-
día tener visiones diferentes del mismo fenómeno, el intercambio se pro-
ducía y a falta de gacetílleros o panfletarios, las décimas y los sonetos
venían cargados de dardos o de refutaciones insospechadas para el otro
juglar que se había atrevido a dar versiones contrarias. Con todo, hicíe-
ron de este período de Tuluá vivido a comienzos de la década del 80 en
el siglo pasado hasta bien entrado este siglo .XX, una época de marcadas
opiniones y de recordables episodios. Le dieron importancia a actuacio-
nes mínimas, parroquiales y desconocieron grandes epopeyas históricas.
Se basaron más en las versiones estereotipadas de la batalla de Los
Chancos y dejaron de advertirle a Colombia que el estruendo bélico de
la guerra de los Mil Días era peor. En fin, volvieron localista lo intras-
cendente. Tornaron chispeante un pueblo de ancestros guerreros y le
guardaron su historia a pedacitos, en versos que no fueron más allá
del papel rayado en donde se escribían o de los tableros de las escuelas
en donde muchos alumnos aprendían la tradición tulueña y el chispean-
te informe subjetivo de la historia que iban construyendo.
Todos estos juglares llevaron por encima del lomo de los años la
historia menuda de un pueblo, sus decires y pesares, sus modos de actuar
y de pensar y algunos con gracia, otros con astucia, los menos con ra-
pidez inaudita, entroncaron la realidad que vivían con una literatura
en donde la forma poética no era ni perfecta ní clásica, pero sí contun-
dente. Y lo hicieron con tal esfuerzo y tal vigor, que hoy, casi cien años
después, todavía muchos tulueños recitan sus gracejos o recuerdan ver-
sos enteros de los debates versificados que establecieron para contar ca-
da quien a su manera y cada quien con mayor énfasis, la historia que
estaban viviendo.
De todos los responsables del vértigo narrativo que con los años ha
tenido Tuluá, uno de ellos superó los límites parroquiales y acumuló a su
favor casi la mayoría de las características de los juglares del momento:
el maestro de escuela, el descendiente de poetas de la breña antioqueña,
don Pedro Uribe.
Nadie como él para acumular en versos de muy buena factura el
anecdotario de un pueblo y el suyo propio. Nadie como él para contestar
rápidamente en décima acelerada o en soneto rimbombante al enemigo
acusador o al juglar impugnador. Nadie como él para hundirse en lo
cuotidiano y darle fuerza vertical. Nadie como don Pedro Uribe para
haber sido el poeta fundamental de un pueblo, de una patria entera y no
el anotador humorista de una parroquia.
Como explicación fundamental al modo de ser de una ciudad que nos
endilgó a infinidad de sus hijos el verbo narrativo. Como proyección un
poco tardía del influjo vital de la poesía en la novela de estos lares. Pe-
ro por sobre todo como una manera categórica de acercarse a la ver-
dadera razón de un conglomerado, este primer estudio sobre los jugla-
res de Tuluá, sobre el máximo de esos poetas casi anónimos, simboliza
el esfuerzo de una ciudad que busca en sus raíces la proyección del fu-
turo incierto.
Análisis del nuevo periodismo
El dilema entre averiguar la verdad y callarse
14 de Febrero de 2010 http://www.elmundo.com/portal/resultados/detalles/?idx=140888
Gustavo Álvarez Gardeazábal
Disertaciones sobre el deber de informar y la libertad para hacerlo en un país como Colombia.
La acción de averiguar ha sido siempre paralela a la de contar. Nadie averigua algo para quedarse con el embuchado. Y en nuestra cultura, cargada de juglares primitivos y cuenteros humorísticos, sí que menos.
Yo que vengo de una ciudad fundamentalmente chísmica, como lo ha sido Tuluá a lo largo de su historia, fui formado para averiguar las cosas y para contarlas poniéndoles una pizca de humor e hilándolas con actitudes anteriores de los protagonistas o con observaciones de todos los paisajes, físicos y humanos que los rodean.
No sé en ese pueblo mío desde cuándo comenzaron a contar, pero si no lo hubieran hecho, yo no habría podido escribir las novelas y los cuentos que he escrito y que todavía en arrebatos delirantes sigo escribiendo y publicando.
Lo que sí pude averiguar es cuándo comenzaron a escribir lo que se averiguaba. El culpable fue un maestro emigrante de Titiribí, hacia 1870, don Pedro Uribe Toro, más conocido como “El rápido Uribe”, quien posaba de repentista pero se asomaba tal vez por todas las ventanas a averiguar la vida pueblerina. Él, con las tizas que le servían para dar sus clases, escribía décimas en las puertas de las casas de sus víctimas o personajes literarios y el imaginario popular las adoptaba para seguirlas repitiendo de generación en generación.
Fueron tantas y tan buenas las averiguaciones que hizo “El Rápido Uribe” y, por ende las informaciones que brindó en su particular estilo de comunicación, que el eminente profesor de la Universidad de Virginia y después presidente de la Asociación Mundial de Iglesias Cristianas, William L. Siemens, realizó un estudio y publicó un libro interesantísimo “LOS JUGLARES DE TULUÁ”.
Aquel viejo maestro, primo hermano de los Uribe Uribe, debió haber tenido la agudeza de su raza, el ritmo versificador de sus tierras antioqueñas pero, sobre todo, la capacidad de discernimiento para escoger cuáles de los defectos y virtudes de los integrantes del ámbito que le rodeaban podrían llevarse a la poesía decimera y escribirse en las puertas de las casas con sus tizas. Debieron haber sido muchas las verdades que se averiguó, pero también muchas las que debió haber callado y no hacer públicas.
Por supuesto, y de eso estoy seguro, bastantes de las que calló debió haberlas recitado en cenáculos estrechos o haberlas dejado correr al viento para que la imaginería popular las fuera pasando de boca en boca, deformándolas, agregándoles o quitándoles, ayudando con ello a mitificar su propio nombre hasta el extremo de que cosas que él no debió haber ni averiguado ni pronunciado nunca resultaron más fácil y provechoso atribuírselas a su autoría crítica.
Ahí, en esa historia tulueña, puede estar resumido el quid de esta hereje intervención mía en este foro. Dilucidar o abrir al menos la discusión sobre si existen o no límites para averiguar las cosas parte de una verdad de puño: no todo se puede averiguar y no todas las cosas averiguadas se pueden decir.
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Temores
“El Rápido Uribe” de mi pueblo escribía con tizas las décimas con las que daba las noticias y humorísticamente las juzgaba porque era a más del maestro del pueblo, uno de los hombres que más había leído en muchas leguas a la redonda y tenía la formación genética y cultural que los demás no poseían. Pero, sobre todo… no tenía miedo.
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Sobre: William L. Siemens
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Poeta, ensayista y novelista, Álvaro Mutis, a lo largo de casi cincuenta y cuatro años y desde su primera publicación (La balanza, 1948) ha transgredido la "concreta" realidad para llevarnos a ese interminable viaje por la belleza que es su poesía. La visión de Siemens de la obra del poeta es una visión integral ya que hace un recorrido desde sus primeras obras hasta concluir con su gran personaje, todo ficción y al mismo tiempo real: Maqroll. "Maqroll somos todos", cita el poeta. Para Siemens, la obra de Alvaro Mutis es, ante todo, un recorrido por la tradición literaria latinoamericana pero también universal.
Su trayectoria representa ese ser de creación construido con una inimaginable visión que destruye toda actitud superficial sobre la vida, vista ésta como la gran historia de la humanidad. Al respecto Mutis expresa; "... escribo para ordenar mi mundo..."; "El poder salvador de la poesía es evidente. La poesía nos muestra esa otra orilla a la que el hombre no suele acceder... "; "Toda poesía es un acercamiento a Dios".
La creación concebida en ese tenor es verdaderamente un acto religioso y, por ello, trascendente.
Colección: Tierra firme
ISBN: 9789681667931
Formato: 14 x 21 cm., 384 pp.
Primera edición: 2002
Última edición: 2002
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MUNDOS QUE RENACENEl héroe en la novela hispanoamericana modernaFONDO DE CULTURA ECONÓMICA. Disponibilidad: Consultar Precio: $ 5.080 http://fcechile.cl/secciones/libros/detalles.aspx?IDL=833 |
Colección: Lengua y estudios literarios
ISBN: 9681650298
Formato: 13,5 x 21 cm., 263 pp.
Primera edición: 1997
Última edición: 1997
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